Caviedes y la medicina ( A propósito del libro de Uriel García)

Dr. Javier Mariátegui Chiappe

La evolución del pensamiento médico en la historia no sólo se documenta con los textos historiográficos propiamente dichos, sino a través de otras fuentes, principalmente la literatura y el arte. Muchas veces la poesía y la narrativa, por ejemplo, permiten reconstruir grandes etapas del desarrollo de la ciencia y el arte médico, y resultan más sensitivas y perspícuas que la propia investigación científica. Ejemplo al canto: no conocemos, en apreciación panorámica, mejor síntesis de la medicina que: "Ojeda sobre la enseñanza de la medicina y los médicos en Lima afines del siglo XVII", escrita por el ilustre historiador Don Guillermo Lohmann Villena, para la edición de Obra Completa de Caviedes publicada en la Biblioteca Clásicos del Perú en 1990. Los médicos amantes del "estado de la ciencia y el arte" y su pasado, están en aparente ventaja pero un historiador no médico, de preferencia un psicohistoriador, esta quizá con menos prejuicios y mejor disposición para esta terea. Como es tópico decir, las cuestiones médicas son demasiado importantes para confiarlas sólo a los médicos.

Lo escrito viene a propósito de la reciente publicación de Uriel García Cáceres Juan del Valle y Caviedes: Cronista de la Medicina, que en coedición con la Universidad Peruana Cayetano Heredia, ha publicado el Banco Central de Reserva del Perú (Lima, 1999), con el subtítulo de "Historia de la medicina en el Perú en la segunda mitad del siglo XVII". No es que García sea el primero en reivindicar la importancia de la obra de Caviedes pero sin usar la información del "poeta de la Ribera", más que como documentación ironista de un segmento del pasado médico peruano, como una fuente para el estudio histórico de la evolución médica en ese lapso. Por otro lado, las fuentes que cita y las referencias, principalmente de la literatura mundial, son muy importantes, una señal más del mantenido interés del autor por la bibliografía historiográfica y fuentes conexas.

El libro de Uriel García tiene el siguiente contenido: "Las fuentes del poeta; Los personales: La cirugía: un oficio brutal que salvó vidas; La paradoja de la enseñanza de Hipócrates; Enfermedades y especialidades en la obra de Juan del Valle Caviedes; "El cronista de la medicina". Se trata de una obra pulcra, escrita en lenguaje claro y ameno que puede leerse sin interrupción. El texto es cuidado y bastante bien corregido. En suma, una verdadera contribución al estudio de la medicina peruana que bien necesita del aporte de investigadores serios que, pese a estar en la práctica cotidiana y la enseñanza (mejor dicho, gracias a ello), extraen tiempo a la vigilia, al insomnio forzado y al descanso, para dar cuenta cabal de una tarea que estaba a la espera de su mejor esclarecimiento.

Uriel García logra su cometido y aligera la historia personal del satírico para darle más fuente argumental a los contenidos explícitos de su rimado relato. Si alguna crítica hay que hacerle es a algunas omisiones de textos, a la dispocisión actual del estudioso en la materia. Una mayor importancia habría que darle al Mercurio Peruano (1790-1795), Fue crítico en su tiempo del estado de la medicina en el país y de su enseñanza. No hay que olvidar que Mercurio aparece como culminación de un esfuerzo por darle nivel académico al estudio de la realidad del país (la Sociedad Académica de Amantes del País, culminación de una propuesta de Academia de la Juventud Limense). La medicina peruana era un reflejo de la grave crisis de la situación en España y otros países europeos. Del Mercurio, además de la edición completa en facsimile con excelente índice de su mejor estudioso, Jean-Pierrre Clément, se dispone ahora de los dos volúmenes de una obra insoslayable: El Mercurio Peruano, 1790-1795. Vol. I: Estudio: y Vol: II. Antología. (Textos y Estudios Coloniales y de la Independencia. Vervuert-Frankfurt, Iberoamericana, Madrid, 1997-1998).

Como lo señala varias veces, merecidamente, Uriel García, corresponde a Hipólito Unanue el rescate de la obra de Don Juan del Valle Caviedes. Unanue ("Aristio", su nombre de pluma en Mercurio Peruano), lo hace en sus páginas rescatando, algunos fragmentos de Asañas de la Ygnorancia en "rasgos inéditos de los escritores peruanos", un siglo después de publicadas salvándolas quizá de su pérdida definitiva o de su discontinuidad temporal.

Hemos mencionado en otro lugar lo enterado que estaba Caviedes de la literatura del mundo hispanoamericano. Y que era hombre sin atisbo de erudición pero si consciente de su información en el campo de las letras. Envió, en verso romance, una "carta" a Sor Juana Inés de la Cruz, su ilustre coetánea, quizá la voz más alta de la lírica en la colonia. Es una hermosa referencia en la que no se detiene el, por otro lado, enteradísimo Uriel García, llena de información autobiográfica del "poeta de la Ribera", y que fuera descubierta y publicada (1944) por el ilustre investigador Don Guillermo Lohmann Villena. Autodidacta, sin cultivo de letras, Caviedes hizo de su puesto de comercio un mirador privilegiado de la "vida cotidiana" de la Lima de su tiempo, acopiando "docta ignorancia".

"En el ignorante aprendo
aguda y docta ignorancia
que hay cosas donde es más ciencia
que saberlas, ignorarlas"

No faltó por cierto el sápido humor en atención al género de la recipiendaria, Sor Juana Inés de la Cruz:

"Y pues cualquiera hacer puede
saya en verso de su capa,
haced, para honrar ingenios,
un calzón de vuestra saya"

La llama en esa epístola rimada "Monja Capitana", con rango militar superior de la hazañosa transvestida y sáfica "Monja Alférez", Catalina de Erauzo (1592-1650):

"Como hubo la Monja Alférez
para lustre de las armas,
para las letras en vos
hay la Monja Capitana"

Baltazar Gracián tuvo en sus tiempos agudos críticos y comentadores. En los tiempos actuales, se aprecia más bien un acatamiento generalizado de su agudeza e ingenio. Por ello nos parece interesante una mención crítica reciente, la que le dedica Jorge Luis Borges:

" No hubo música en su alma:
sólo un vano
herbario de metáforas y argucias
y la veneración de las astucias
y el desdén de lo humano y sobrehumano"

(El otro, el mismo)

No es cierto que se consideró siempre a Caviedes como "un demente sifilítico o alcohólico, o todo a la vez". En nuestro libro El Mercurio Peruano y la Medicina (Lima, febrero de 1994, Fondo Editorial de la UPCH), dedicamos un capítulo a Caviedes ("El Mercurio y el humor: Caviedes"). Entonces ya se disponía de la edición de Daniel R. Reedy de Obra Completa de Juan del Valle Caviedes (Biblioteca Ayacucho, Caracas 1987) además de la excelente Obra Completa (Biblioteca Clásicos del Perú, Banco de Crédito, Lima, Marzo de 1990). Alejándonos del juicio diagnóstico de Valdizán, que lo consideraba en términos de nuestro tiempo, un psicópata (sexópata, para mayor detalle), y de Lastres, quien al lado de un juicio moral ("resentido social"), lo estimaba un toxicómano, comparable de alguna manera con Baudelaire, señalamos nosotros sólo algunos rasgos saltantes de su personalidad: "ánimo depresivo, irritabilidad exaltada hasta el extremo de la agresividad verbal; sentido burlón, ironista de la vida", y agregamos que estas "manifestaciones no configuran por si solas diagnóstico alguno sino rasgos del modo de ser, peculiares, endógenos algunos, reactivos otros, frente a un medio que le fue, casi de continuo, hostil" (énfasis recientes). Su conocimiento semiográfico y terapéutico de la sífilis inclina a pensar que la padeciera como adelantara Ricardo Palma y repitiera Valdizán, quien adjudicó a este morbo la causa de su fallecimiento en la temprana cuarentena.

 

Hermilio Valdizán: Pro domo sua

Es particularmente severo Uriel García con Hermilio Valdizán -como lo es con otros prohombres de nuestra historia médica-, quizá porque su estilo es contestatario y polémico y el nuestro hubiera devenido, con los años, en uno de tono conciliador.

No hay que olvidar que Valdizán tuvo una corta vida: apenas 44 años. Que pese a su breve tránsito vital dejó obra copiosa y conspícua. Que investigó nuestro pasado desde sus años de estudiante: que en esta condición viajó a Chile en 1909 -durante las vacaciones, de su peculio siempre estrecho- para tomar contacto con José Toribio Medina y obtener, en la biblioteca nacional de Santiago, los libros y documentos que fueron sustraídos a nuestro repositorio nacional durante la ocupación de Lima en la infausta Guerra del Pacífico. Que en Italia, en busca del rigor metodológico en historiografía médica, frecuentó en Roma al profesor Aldo Mieli. En historia médica peruana, encontró a su regreso de Europa, en 1914, que estaba todo -o casi todo lo sustancial- por hacer. Que dedicó todas sus vigilias al trabajo, hasta la víspera de su muerte. Poco se cita, por ejemplo, el Diccionario de Medicina Peruana, o se limita a los tomos I y II; conviene tenerse en cuenta los fascículos publicados por Carlos Monge Medrano, más de dos décadas después, como suplementos de los Anales de la Facultad de Medicina (hasta el Tomo VII, segunda parte, 1961). Pro domo sua, a la manera ciceroniana, en justo reconocimiento de Hermilio Valdizán.