Estrógenos y su rol en la prevención de enfermedad coronaria

Dres. Raúl Gamboa (*) y Eduardo Matos (**)

El principal factor de riesgo de muerte en la mujer posmenopáusica es la enfermedad cardiovascular (ECV), siendo motivo de 45% de sus fallecimientos, mucho más que los causados por la suma de todos los tipos de cáncer (Figura 1) (1). Desde 1984 al presente, más mujeres que hombres han muerto por ECV, a pesar de que típicamente la enfermedad cardíaca se desarrolla 10 a 15 años más tarde en las mujeres (Figura 2)(2-4). El rápido incremento del riesgo para ECV, después de la menopausia natural y siguiendo la ooforectomía bilateral, sugieren fuertemente su relación con el déficit estrogénico (5-7). Diversos factores pueden explicar el incremento posmenopaúsico de la ECV, incluyendo cambios adversos en el metabolismo lipídico, en el metabolismo de la glucosa, así como en factores hemostáticos y en la función vascular.

En consecuencia, el reducir el riesgo de ECV adquiere fundamental importancia en el período posmenopáusico. No obstante, existe cierta incertidumbre sobre los beneficios y seguridad de la terapia del reemplazo hormonal en base al resultado de estudios utilizando anticonceptivos orales de primeras generaciones (estrógenos en dosis altas), en los que se registró incremento en trombosis venosa, infarto miocárdico y accidentes cerebrovasculares (8-11). Sin embargo, en múltiples estudios que emplean nuevos preparados hormonales, en los que las dosis estrogénicas son menores, a diferencia de los antiguos preparados, las terapias de reemplazo estrogénico (TRE) y las terapias de reemplazo hormonal estrógenos y progestágenos (TRH), han demostrado reducir consistentemente el riesgo de ECV hasta en un
50% (12). Otros tratamientos han sido propuestos como alternativas a TRE/TRH, incluyendo moduladores selectivos de receptores de estrógenos (MSRE) (raloxifeno, tamoxifeno), y esteroides con actividad tisular específica (tibolona) (13-15). Si bien el peso de las evidencias favorecen el efecto benéfico hormonal en la protección de la ECV, queda aún en discusión si esta protección es la misma si se trata de prevención primaria o secundaria de ECV. Otro aspecto de fundamental importancia y de aclaratoria necesidad, es el referente a la acción pro-cancerígena de los estrógenos sobre la mama y el útero (16).

Mecanismos básicos de cardioprotección con estrógenos

FIGURA 1

Actualmente se conoce dos tipos de receptores estrogénicos, los receptores ER-a y ER-ß; ambos son miembros de la superfamilia de receptores esteroideos hormonales (17). Los receptores estrogénicos a y b tienen considerable homología y, tal como otros receptores hormonales esteroideos, son factores de transcripción que, cuando son activados, alteran la expresión genética (18,19). Estos receptores son activados por la unión con los estrógenos, pudiendo también serlo en ausencia de estrógenos por factores de crecimiento (20). Este mecanismo puede operar cuando las concentraciones de factores de crecimiento son altas o cuando las concentraciones de estrógenos son bajas (hombres o mujeres posmenopáusicas). El descubrimiento de los ER-ß, en 1996 (17), ha proporcionado nuevas luces en relación con una posible selectividad tisular de los estrógenos, dado que la distribución y relativa abundancia de ER-a y ER-b es bastante diferente. Mientras que algunos tejidos, tales como los ovarios y el útero, expresan ambos receptores, otros tejidos expresan preferentemente un receptor más que otro (Tabla 1) (21,22).
Cuando un compuesto estrogénico se une a un receptor, induce en él cambios en su conformación que permiten que tal receptor se dimerice. Entonces, el dímero recluta coactivadores y se une directamente al ADN, a través de elementos de respuesta de estrógenos, formando así un complejo activo que regula la expresión genética y la producción de proteínas (23). Además, puede actuar sobre factores de transcripción, ejemplo NF-kB para modificar la expresión proteica. El estrógeno o ligando que se une al receptor determina la función final de este receptor; esto permite a diferentes estrógenos ser selectivamente activos en diferentes tipos celulares. Como resultado de estas diferentes vías de señales, los estrógenos tienen diversos efectos: (a) modifican las concentraciones plasmáticas de lípidos, (b) actúan sobre la pared vascular, (c) producen moléculas vasoactivas, (d) tienen capacidad antioxidante, (e) actúan sobre los sistemas de coagulación y fibrinólisis, y (f) actúan sobre el metabolismo de la glucosa. Como consecuencia de estas y otras acciones es concebible que la terapia estrogénica pueda alterar el curso y/o prevenir la ateroesclerosis (4).

Los estrógenos y el metabolismo lipídico

FIGURA 2

La menopausia trae consigo un cambio en el perfil lipoproteico, con relación al periodo premenopáusico; así es común encontrar elevaciones del colesterol total, de las lipoproteínas de densidad muy baja, tales como las LDL y Lp(a), descenso de las lipoproteínas de densidad alta (HDL) y una elevación en los niveles de triglicéridos. Todas estas alteraciones son consideradas factores de riesgo para ECV (24).

Los efectos de la terapia estrogénica en las concentraciones plasmáticas lipídicas resultan de la acción estrógeno-receptor sobre la expresión hepática de genes de apoproteínas (ApoA, B, D y E, y Lp(a)) (25). La terapia estrogénica incrementa las lipoproteínas de densidad alta (HDL), lipoproteína antiaterogénica, y reduce los niveles de las lipoproteínas de densidad baja (LDL) y de la lipoproteína(a) (Lp(a)), ambas lipoproteínas aterogénicas. De otro lado, los niveles de
triglicéridos tienden a crecer en los pacientes que reciben estrógenos. Sin embargo, no se sabe si el incremento de triglicéridos en mujeres sin hipertrigliceridemia inicial tiene significado clínico (26).

La ruta de administración del estrógeno influye sus efectos lipídicos. El efecto del estradiol oral (2 mg/día) fue semejante al uso oral del estrógeno conjugado equino, mientras que la administración transdérmica del estradiol no tuvo efectos a corto plazo (27). La falta de beneficios con los estrógenos transdérmicos posiblemente reflejan la menor exposición hepática al estrógeno, debido a la ausencia del efecto de primer-paso sobre el hígado. Sin embargo, tratamientos transdérmicos prolongados (más de 2 años) lograron reducir el colesterol total y las LDL de manera dosis dependiente (28).

Los efectos beneficiosos de los estrógenos sobre el perfil lipídico han sido reconocidos en el VI Reporte del Programa Nacional de Educación en Colesterol de los Institutos de Salud de los Estados Unidos (29), recomendando la TRE como primer paso en el manejo de las anormalidades lipídicas en la mujer posmenopáusica.

TABLA 1

La coadministración de progestágenos, comúnmente administrados en mujeres con útero intacto en orden de disminuir la hiperplasia uterina y el riesgo de cáncer uterino, puede reducir o no afectar los efectos estrógeno-lipídicos; siendo la magnitud de este efecto dependiente del progestágeno utilizado (30). Los diversos compuestos hormonales tienen diferentes efectos sobre los parámetros lipídicos. En reciente estudio comparativo de TRH y los MSREs (raloxifeno y tamoxifeno), ambos MSREs fueron comparables con la TRH en la reducción de LDL, pero ninguno fue tan efectivo como la TRH en incrementar HDL. El raloxifeno no redujo tan efectivamente los niveles de Lp(a), un factor independiente de riesgo aterogénico, como lo hicieron el tamoxifeno y la TRH (Figura 3) (31).

El mecanismo del posible efecto beneficioso de la TRE sobre el riesgo coronario es probablemente multifactorial y solamente parcialmente mediado por los cambios en los niveles lipídicos. Se considera que 25 a 50% de la reducción en eventos cardiovasculares es debido a los efectos sobre los lípidos (12). La observación que en primates y conejas ooforectomizadas, la combinación de estrógeno y progesterona no mejoró el perfil lipídico y sin embargo retardó la ateroesclerosis, es compatible con esa hipótesis (32,33).

 

Efectos en la pared vascular

Los efectos beneficiosos de los estrógenos en la pared vascular están posiblemente vinculados a la inhibición de la inflamación, del crecimiento de las células musculares lisas, y al estímulo de la función de las células endoteliales.

Los estrógenos, al interferir con la actividad del factor de transcripción NF-kB, producen una dramática reducción en la expresión de genes inflamatorios (4). En un modelo de ratones alimentados con dieta normal o dieta aterogénica, los estrógenos redujeron la expresión de genes asociados con inflamación de manera dosis dependiente (4). La capacidad inhibitoria de la actividad del NF-kB varía de acuerdo con el estímulo estrogénico. El 17b-estradiol producido por los ovarios es el principal estrógeno circulante, que, junto con el 17b-etinilestradiol, parecen ser los más potentes inhibidores de la actividad de NF-kB. El fitoestrógeno ginistein también inhibe al NF-kB, mientras que los MSREs no tienen efecto alguno. Diversos estudios ofrecen claras evidencias que los estrógenos pueden realmente interferir con los eventos tempranos de la inflamación (4,23).

Numerosos estudios sugieren que los estrógenos influyen la regulación del tono vascular. Las células endoteliales y musculares lisas vasculares expresan receptores a y b. Es muy probable que los efectos de los estrógenos en la musculatura vascular periférica sean mediados por los ER-b, tipo de receptor predominante en las células musculares lisas humanas (34), puesto que la experimentación animal demuestra que los efectos vasculares son los mismos con o sin bloqueo de ER-a (35). De otro lado, en la vasculatura coronaria, tanto en animales como en humanos, los estrógenos revierten la vasoconstricción inducida por acetilcolina, vía estimulación de la sintetasa del óxido nítrico, a través de la activación de ER-a(36). El mismo efecto ha sido observado en primates ateroescleróticas ovariectomizadas (37). Los estrógenos tienen acciones vasodilatadoras rápidas y efectos a largo plazo que inhiben las respuestas a la injuria vascular, previniendo la ateroesclerosis. Los efectos rápidos probablemente ocurren sin cambios en la expresión genética (efectos no-genómicos), mientras que los efectos a largo plazo comprenden cambios en la expresión genética (efectos genómicos) mediada por los receptores. La Tabla 2 muestra los efectos directos de los estrógenos en los vasos sanguíneos (38). En cultivos de células endoteliales, tratadas con concentraciones fisiológicas de estrógenos, se observó una rápida liberación de óxido nítrico y prostaciclinas sin alterar la expresión genética. En animales normocolesterolémicos, el 17b-estradiol incrementa la liberación basal del óxido nítrico (38). En concentraciones fisiológicas, los estrógenos actúan a manera de factor hiperpolarizante endotelial, ya que estimulan la apertura de canales de potasio, hiperpolarizando así la membrana y produciendo vasorrelajación (39). Concentraciones suprafisiológicas de 17b-estradiol inhiben las respuestas constrictoras de agonistas directos de canales de calcio, sugiriendo un efecto calcio antagonista (40). La prolongada administración estrogénica se asocia a reducción en las concentraciones plasmáticas de renina, de enzima convertidora de angiotensina, de endotelina-1 y de expresión del gen vascular para el receptor de angiotensina-II (AT-1), además de un rápido incremento de la relación óxido nítrico/endotelina (41). El efecto final de estos cambios es facilitar la vasodilatación, inhibir la agregación plaquetaria y reducir los efectos mitogénicos.

El estado estrogénico también parece influir la función vasomotora endotelial a mayores niveles estrogénicos, mayor respuesta vasodilatadora flujo dependiente. La respuesta vasomotora endotelial favorable al tratamiento estrogénico explica los efectos protectores cardiovasculares de la función ovárica intacta y la del reemplazo estrogénico en las mujeres posmenopáusicas.

Los estrógenos inhiben directamente la migración y proliferación de las células musculares lisas in vitro y, en algunos pero no en todos los estudios, también inhiben la expresión de moléculas de adhesión por las células vasculares. A largo plazo, los estrógenos protegen la pared vascular inhibiendo la proliferación de las células vasculares musculares lisas y acelerando el crecimiento de las células endoteliales. De otro lado, tanto en animales como en humanos, la acción protectora inducida por los estrógenos puede ser inhibida por la utilización simultánea de progestágenos en dosis altas (42).

Efectos antioxidantes

La oxidación de las LDL juega un rol muy importante en el desarrollo de la ateroesclerosis. Los estrógenos reducen la peroxidación lipídica. El 17b-estradiol es un efectivo antioxidante in vitro y su administración a mujeres posmenopáusicas disminuye la oxidación de las LDL (38). Este efecto antioxidante puede deberse a cambios mediados por la relación estrógeno/receptor en la expresión de genes para enzimas que regulan la producción local y la degradación del anión superóxido (43).

Efectos en coagulación y fibrinólisis

La expresión hepática de genes para varias proteínas coagulantes y fibrinolíticas también se regula por estrógenos a través de los receptores a y b. La terapia estrogénica permanente reduce las concentraciones del fibrinógeno plasmático, así como las concentraciones de las proteínas anticoagulantes antitrombina III y proteína S. Los estrógenos también disminuyen las concentraciones plasmáticas del inhibidor del activador del plasminógeno tisular (PAI-1), y altas concentraciones estrogénicas se asocian con incremento en la fibrinólisis. La terapia estrogénica también ha sido asociada con concentraciones bajas del factor VII (38). El efecto de los estrógenos sobre la coagulación depende en la forma del estrógeno usado, la dosis, y la duración de la terapia. Hoy se acepta que dosis altas de estrógenos incrementan las concentraciones de los factores de coagulación y el riesgo de trombosis. Por el contrario, el uso de TRE en dosis bajas, con o sin progestágenos, parece afectar ligeramente o en nada los factores de coagulación (38). El estudio HERS (44), un ensayo prospectivo y aleatorio del uso de TRH en mujeres posmenopáusicas con enfermedad coronaria, evaluó el riesgo de tromboembolismo venoso. Este estudio demostró que después de un seguimiento de cuatro años, el riesgo relativo se incrementó ligeramente en el grupo tratado frente al placebo (RR 2,7; p=0,003). El riesgo fue particularmente mayor en relación con periodos de inmovilización (fracturas, cirugía u hospitalizaciones no quirúrgicas). De otro lado, el riesgo se redujo cuando se usó simultáneamente aspirina o estatinas (RR 0,5) (44). En estudios de observación, no aleatorios, el TRH se asoció con incremento del riesgo relativo de tromboembolismo en 2,1 a 3,6 y de embolismo pulmonar en 2,1 (45).

Se puede concluir que existen evidencias de pequeño, pero significativo, incremento del riesgo de tromboembolismo con TRH. En el caso de mujeres posmenopáusicas saludables, el riesgo absoluto es extremadamente bajo, y en el caso de mujeres con conocidos factores de riesgo -tales como inmovilización, cáncer o fractura de miembros inferiores-, el riesgo se incrementa.

Estrógenos y la sensibilidad a la insulina

Ha sido demostrado que tanto la glicemia basal como los niveles de insulina en ayuno, y la respuesta insulínica a la ingesta de glucosa, disminuyeron en mujeres posmenopáusicas después de un año de tratamiento con TRE (38,41). El mismo resultado fue observado en mujeres posmenopáusicas diabéticas, dependientes de insulina (38). La experimentación en animales sugiere que la deficiencia estrogénica reduce el transporte de glucosa mediado por la insulina (41).

Estrógenos y ateroesclerosis

Los efectos previamente descritos sobre el metabolismo lipídico, pared vascular, acción sobre radicales libres, coagulación y fibrinólisis y metabolismo glúcido, todos ellos tienen efectos antiateroescleróticos.

Existen abundantes evidencias en estudios prospectivos y retrospectivos que demuestran que la TRE (estrógenos) reduce el riesgo primario de enfermedad cardiovascular en 35 a 50 por ciento de mujeres posmenopáusicas (4-7). Menor es la información disponible sobre el efecto de la TRH (estrógenos y progestágenos), pero un reciente estudio demostró definidos efectos beneficiosos (46). Algunas observaciones sobre prevención secundaria, también demuestran el efecto protector cardiovascular de la terapia TRE (47,48). Así también, los resultados a largo plazo de mujeres posmenopáusicas que han sido sometidas a angioplastia coronaria fueron mejores entre aquellas bajo tratamiento estrogénico (Figura 4) (49). Sin embargo, el estudio del Corazón y TRH (44), el primer estudio aleatorio para examinar los efectos de la terapia con estrógenos equinos conjugados más medroxiprogesterona en 2,700 mujeres posmenopáusicas con enfermedad coronaria, en tratamiento promedio de 4 años demostró un incremento en los eventos coronarios durante el primer año y una reducción en los años cuarto y quinto, pero con incremento en los accidentes tromboembólicos y en la enfermedad vesicular (44). Estos hallazgos podrían ser debidos a los efectos de los estrógenos conjugados equinos y/o de la medroxiprogesterona en tejidos no vasculares, tales como los efectos hepáticos, que pueden alterar el perfil de coagulación e incrementar los eventos trombóticos. Los autores concluyen que no es recomendable iniciar el tratamiento con TRH con el objeto de prevenir secundariamente la enfermedad coronaria. Sin embargo, podría ser adecuado continuarlo en las pacientes que ya estaban en tratamiento. Este controversial estudio sobre TRH en la mujer posmenopáusica con ECV, abre interrogantes que posiblemente sean aclarados cuando se conozcan los resultados del Estudio WELL-HART, ensayo de prevención secundaria con puntos finales angiográficos, para el año 2,001(16), o el WHI (Women's Health Initiative) que evaluará TRE versus TRH en prevención primaria, para el año 2,005 (50). Hasta el momento, el peso de las evidencias señala una evidente ventaja de la mujer posmenopáusica en TRE/TRH en programas de prevención primaria. La bondad de este tratamiento en relación con la prevención secundaria está a la espera de resultados de nuevos estudios aleatorios.

Conclusiones

La enfermedad cardiovascular es un importante y creciente factor de riesgo en las mujeres posmenopáusicas. El resultado de las actuales investigaciones sugiere que la terapia de reemplazo hormonal, tanto si se realiza con estrógenos solos como si se asocia con gestágenos, es cardioprotectora. El descubrimiento que los estrógenos tienen efectos a corto y a la largo plazo sobre la pared vascular, así como sobre otros factores participantes en el proceso ateroesclerótico, independientes de la circulación reproductiva, hacen de ellos importantes copartícipes en el arsenal de terapias cardiovasculares para la prevención y tratamiento de la ateroesclerosis. Podemos concluir que tratándose de prevención primaria de ECV debemos: a) iniciar la terapia hormonal basados en un adecuado análisis de los beneficios y riesgos potenciales, b) de acuerdo a datos de observación se favorecerá al 50 por ciento de las mujeres tratadas. En el caso de prevención secundaria de ECV: a) no se debe iniciar terapia hormonal sólo con el propósito de prevenir eventos cardíacos adicionales, b) basados en años de seguimiento y de acuerdo con los resultados favorables observados en mujeres con ECV que ya se encuentran en tratamiento, ellas deben continuar en terapia hormonal, y c) el tratamiento debe incluir otras intervenciones, tales como bloqueadores adrenérgicos, aspirina, estatinas u otras. en mujeres con ECV que ya se encuentran en tratamiento, ellas deben continuar en terapia hormonal, y c) el tratamiento debe incluir otras intervenciones, tales como bloqueadores adrenérgicos, aspirina, estatinas u otras.

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(*) Profesor Principal de Fisiología y Medicina, Universidad Peruana Cayetano Heredia.
(**) Cardiólogo Hospital Militar Central.