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Manejo actual de la mujer menopáusica Dr. José Pacheco Romero (*) La perimenopausia La perimenopausia se refiere al tiempo que transcurre alrededor de la menopausia, es decir, los años previos a la menopausia, que van desde las modificaciones de los ciclos ovulatorios normales hasta el cese de las menstruaciones. En mujeres de Massachussets, la edad mediana para el inicio de esta transición de 4 a 5 años de menstruaciones irregulares es 47,5 años (1) y sólo 10% de las mujeres cesa de menstruar abruptamente. Extrapolando a la edad de la menopausia en el Perú (2), en la costa peruana esto pudiera estar ocurriendo alrededor de los 45 a 45,5 años. Durante los años perimenopáusicos se observa niveles posmenopáusicos de FSH >20 IU/L, a pesar de la continuación de los sangrados menstruales, mientras los niveles de LH permanecen en rango normal y el estradiol normal o elevado. El aumento de FSH se debe a la disminución de inhibina; por eso, la terapia estrogénica no disminuirá los niveles de FSH (3). Ocasionalmente, se puede formar y funcionar un cuerpo lúteo, por lo que la mujer perimenopáusica no está libre de un embarazo no planificado, salvo que se demuestre niveles de FSH >20 IU/L y LH >30 IU/L (4). La meta de la terapia de la perimenopausia es optimizar la salud de la mujer durante y después de este período transitorio. Sin embargo, los aportes clínicos aun son insuficientes para establecer un tratamiento basado en evidencias, con respecto al diagnóstico y tratamiento para la sintomatología aguda y crónica de las mujeres perimenopáusicas (5-7). En la perimenopausia existe una incidencia significativa de hemorragia uterina disfuncional por anovulación, endometrio proliferativo o hiperplásico, lo que puede requerir de terapia progestínica oral periódica, tal como acetato de medroxiprogesterona 5 a 10 mg diarios o progesterona micronizada 100 mg vía oral durante los primeros 10 a 14 días de cada mes. Si también se piensa en brindar anticoncepción, es mejor indicar anticonceptivos orales de dosis baja, que además prevendrán la hemorragia anovulatoria y el riesgo de hiperplasia y neoplasia endometrial. Se emplea anticonceptivos con 20 a 30 µg de estrógeno, que regulan el ciclo menstrual, disminuyen el sangrado y mejoran los síntomas menopáusicos, además de proteger de una concepción no planificada (8,9). En las fumadoras, aunque es recomendable no indicar anticonceptivos orales después de los 35 años, se puede emplear los preparados con 20 µg de estrógenos después de dicha edad (10,11). Contamos con productos que contienen 20 µg de etinilestradiol y 150 µg de desogestrel ó 75 µg de gestodeno, que tienen la misma eficacia y menos efectos colaterales que las píldoras con 30 y 35 µg de estrógeno (12-14). En la Tabla 1 se puede observar los beneficios de los anticonceptivos orales (3,15).
Con frecuencia, los
clínicos se inclinan a prescribir un régimen tradicional
de terapia de reemplazo hormonal (TRH) para tratar una mujer con ciclos
irregulares. El empleo de estrógenos exógenos sin progestina
en una mujer no amenorreica o con síntomas menopáusicos
no es apropiado, y aun peligroso, al exponer al endometrio a niveles de
estrógenos excesivamente altos (3). Un dilema común es cuándo cambiar de anticonceptivos orales a TRH, lo que tiene importancia, pues la dosis menor de estrógenos de los anticonceptivos es cuatro veces mayor que la dosis posmenopáusica estándar de estrógenos y, conforme avanza la edad, los riesgos relacionados a la dosis de estrógeno son significativos. Una manera de decidir el cambio es medir anualmente los niveles de FSH desde los 50 años, al 6° ó 7° día de la semana libre de píldora. Cuando la FSH es mayor de 20 IU/L, se cambiará a la TRH. El método no es infalible (3). Personalmente, espero a que haya una amenorrea de doce meses para iniciar la TRH. Manejo de la menopausia Conocemos que en la menopausia hay alteraciones en la regulación neuroendocrina, con aumento de la FSH después de los 45 años, especialmente en la fase folicular, lo que se debería a menos sensibilidad del sistema neuroendocrino y menos inhibina folicular. Si la estrona disminuye a <50 pg/mL y el estradiol a <20 pg/mL en la posmenopausia, lógicamente se podría restituir los niveles hormonales a premenopáusicos administrando estrógenos y teóricamente se evitaría los síntomas y secuelas. Pero, la situación de la administración del reemplazo hormonal se complica, al saber que en el climaterio existen los problemas señalados en la Tabla 2.
Los estrógenos tienen indicaciones terapéuticas y preventivas en la menopausia (17). La evaluación pretratamiento incluirá una anamnesis adecuada y un examen clínico general, de mama y pelvis, así como el descarte de la existencia o riesgo de cáncer hormonodependiente y de contraindicaciones de la estrogenoterapia: tromboflebitis, hiperlipidemia familiar, migraña, enfermedad convulsiva (16). Se tomará de rutina la presión arterial, el peso, el Papanicolaou y los análisis de laboratorio básicos, que incluirán de preferencia glicemia y perfil lipídico, así como mamografía, ecografía pélvica y densitometría ósea. Averiguar si no hay impedimentos en la visión, audición, dentadura, sexualidad. Los síntomas relacionados a la menopausia se los encuentra en todas las regiones del mundo, aunque una gran proporción de mujeres pasa la menopausia sin problemas (18). La evidencia no respalda la idea de que las mujeres en los países en desarrollo reportan menos síntomas que en los países industrializados. Por otro lado, un número de síntomas que se cree son parte de la menopausia son en realidad no específicos, en particular los síntomas vasomotores y vaginales (19), lo que parece estar mediado por factores socioculturales (18). En un estudio longitudinal de un gran número de mujeres, 10% de las mujeres sufrió de bochornos antes de la menopausia, mientras en otros estudios se encuentra que 15% a 25% de premenopáusicas tiene bochornos (1,2,20). La frecuencia puede ser hasta 50% inmediatamente después del cese de las menstruaciones, y se los observa más en mujeres con diagnóstico previo de síndrome premenstrual (21). Puede existir una respuesta adecuada de los bochornos al empleo de placebo (22). O la mujer puede aparentemente responder a los estrógenos, y varios meses después la respuesta disminuye, lo que motiva la visita médica frecuente y la indicación de aumentar la dosis de estrógeno. En estas mujeres se debe descartar problemas siconeuróticos o sicosociales. Así, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina son muy efectivos para el tratamiento de bochornos (23-25). El concepto de que la depresión se asocia a la menopausia -la melancolía involucional- ha sido abandonado. Todo lo contrario, la depresión es menos común -y no más común- entre las mujeres de edad mediana (26-29). Aunque las mujeres sufren de depresión más que los hombres, esta diferencia sexual empieza en la adolescencia temprana y no en la menopausia (3,30-32). Otros problemas, como la fatiga, nerviosismo, cefaleas, insomnio, irritabilidad, dolores articulares y musculares, mareos y palpitaciones, ocurren tanto en hombres como en mujeres, que no necesariamente tienen que ser explicados como de causa hormonal (32). La estabilidad emocional en la perimenopausia puede ser alterada por problemas en el sueño. La terapia estrogénica mejora su calidad, disminuyendo el tiempo de inicio del mismo y aumentando el tiempo de sueño de movimiento rápido del ojo (REM) (33,34). Está documentada la mejoría del insomnio con terapia estrogénica en mujeres posmenopáusicas, aun en las asintomáticas. El estrógeno tiene acciones biológicas con efectos cardioprotectores (35). La Intervención Estrógeno/Progestina en la Posmenopausia (PEPI) mostró que la administración de estrógenos exógenos aumenta el colesterol HDL y disminuye el colesterol LDL y el fibrinógeno. Otros estudios indican que los estrógenos pueden tener efectos antioxidantes, disminuir la homocisteína, actuar como bloqueadores de los canales de calcio, alterar la reactividad vascular y mejorar la tolerancia a la glucosa, resistencia a la insulina (36). Los efectos protectores reales de los estrógenos están en evaluación en estudios prospectivos, randomizados y a doble ciego, como los de WISDOM en Europa y el Women's Health Initiative en Norteamérica, pudiendo prever resultados para el año 2006 (37,38). La TRH estrógeno-progestágeno, tanto oral como transdérmica, aunque atenúa algo del beneficio del estrógeno solo sobre el fibrinógeno y la HDL, podría reducir los factores de riesgo cardiovascular (39-41). Tiene un efecto protector a largo plazo sobre el engrosamiento de la íntima media de la arteria carótida, relacionada con la edad (42), disminuye la viscosidad plasmática (43) y la mortalidad por insuficiencia congestiva (44). En mujeres posmenopáusicas, el tratamiento se-cuencial que combina 2 mg de valerato de estradiol y 2 mg de valerato de estradiol más 1 mg de acetato de ciproterona tiene efectos beneficiosos sobre la función endotelial - medida por dilatación mediada por flujo (45). El régimen secuencial de valerato de estradiol con norgestrel produce menos HDL, pero mejores niveles favorables de triglicéridos que el régimen de valerato de estradiol con acetato de ciproterona (46). El Estudio del Corazón y Reemplazo de Estróge- no/Progestina (HERS), publicado en 1998, fue el primer gran ensayo randomizado, controlado, que evaluó la eficacia de la terapia de reemplazo estrógeno y progesterona en reducir el riesgo de enfermedad coronaria. El estudio encontró que la TRH continua en mujeres con enfermedad coronaria no reduce el riesgo cardiovascular en un seguimiento promedio de 4,1 años (47) ni el progreso de la ateroesclerosis coronaria (48). Además, hubo un incremento temprano del riesgo de eventos tromboembólicos. Por lo tanto, se sugirió no prescribir terapia de reemplazo estrogénica (TRE) o TRH solamente para la prevención secundaria de enfermedad coronaria (47-49). Un estudio holandés en mujeres con riesgo alto cardiovascular encuentra que la mujer que inicia la terapia hormonal a la edad de 55 años, durante 10 años de TRH prolonga si vida 1 mes y puede posponer la ocurrencia de infarto de miocardio, fractura de cadera y cáncer de mama 2,4 meses. Un exceso de casos de cáncer de mama ocurrirá por 5 a 6 casos en quienes se previene un primer infarto de miocardio o fractura de cadera. Si se prolonga el empleo a 20 años, la ganancia de expectativa de vida y libre enfermedad se dobla. La relación riesgo-beneficio empeora a a un cáncer de mama extra, por 3 a 4 casos en los que se evita las enfermedades prevenibles. Esto es consecuencia de la baja incidencia de infarto de miocardio y fractura de cadera y la relativa alta incidencia de cáncer de mama antes de la edad de 75 . Poe eso, Barret-Connor propuso iniciar la TRH, por ejemplo, después de los 65 años y aún se podría prevenir la mayoría de las enfermedades coronarias y las fracturas de cadera, porque la mayoría de ellas ocurren después de los 70 años . La hipertensión es uno de los factores con más prevalencia de la enfermedad ateroesclerótica cardiovascular, que afecta más a los hombres que a las mujeres hasta la edad de 55, pero después el porcentaje en mujeres es mayor. En algunos estudios, la TRH parece reducir la presión arterial en mujeres posmenopáusicas, pero hay poca información sobre sus efectos sobre la presión arterial de pacientes hipertensas posmenopáusicas. Podría tener efectos directos sobre los vasos sanguíneos al modular vasoconstrictores y vasodilatores endógenos y reducir los niveles de lipoproteínas y colesterol. Y hay evidencia experimental de que el estrógeno aumenta las acciones biológicas del óxido nítrico y disminuye las acciones de la angiotensina (52-54). Sin embargo, si bien la TRH combinada usada por largo tiempo mejora la vasodilatación dependiente de endotelio, este efecto se pierde en un tiempo relativamente corto (55). El fumar está relacionado independientemente a una transición menopáusica más temprana, aunque esto se observa de preferencia en mujeres con peso bajo(56). Las fumadoras tienen significativamente menos reducción que las no fumadoras de la resistencia vascular y la presión arterial, tanto en descanso o al inducirlas por estrés, luego de tratamiento con TRH oral (57,58). Los efectos de la TRH sobre el esqueleto son predominantemente antirresortivos, mientras dosis altas de estrógenos tienen efectos anabólicos. Los mecanismos que median estos efectos pueden involucrar a las células de la médula ósea. Un estudio demuestra un aumento de la población de megacariocitos en la médula ósea de mujeres tratadas con estrógeno. La habilidad de los megacariocitos de expresar receptores de estrógeno y sintetizar TGFbeta, un potente mitógeno en la diferenciación osteoblástica, sugiere que estas células puedan jugar un rol en mediar los efectos inducidos por estrógenos sobre el hueso (59). Asimismo, las citoquinas proinflamatorias interleuquina-1 beta (IL-1 beta) e IL-6 reciben influencia de la TRH y pueden jugar un rol central en la aceleración de la pérdida ósea posmenopáusica (60). Si bien los estrógenos aumentan la densidad ósea en las mujeres, los estudios observacionales sobre el riesgo de fracturas sugieren que el efecto protector se relaciona con la duración del uso, por al menos cinco años (61) -de la misma manera que con la enfermedad cardiovascular-, y los beneficios parecen disminuir rápidamente después de dejar la TRH (62). Cáncer Desdichadamente, el empleo de los estrógenos aumenta el riesgo de cáncer endometrial y de mama(63). El Estudio de Salud de las Enfermeras señaló un aumento de 30% en el riesgo de cáncer de mama en mujeres con TRH por cinco años o más (64,65). El riesgo de cáncer endometrial se mitiga sustancialmente, aunque no desaparece totalmente, añadiendo progestinas (66,67); pero las progestinas no parecen reducir, y pueden aun aumentar, el riesgo de cáncer de mama (68-71). De acuerdo a Speroff, los 3 trabajos que tienen significancia estadística en la asociación de cáncer de mama y tratamiento con estrógeno-progestina son los de Colditz 1995, Persson 1999 y Magnusson 1999, que encuentran unos RR de 1,41, 1,7 (más de 6 años) y 1,68, respectivamente (72).Por lo anterior, se ha sugerido administrar la progesterona vía vaginal o directamente al endometrio, para tener el menor efecto sobre la mama (73). Si ello no fuera aceptado por la mujer, entonces se daría progestinas vía oral (o transdérmica) durante 10 días cada 3 a 4 meses para protección satisfactoria del endometrio, cuando se emplea la dosis estándar de estrógenos conjugados (EC). Este régimen tiene mucho menos efecto sobre la mama que la TRH secuencial o mensual. Se ha publicado dos ensayos clínicos de 10 mg diarios de acetato de medro- xiprogesterona por 14 días cada 3 meses y 0,625 mg/día de EC. Ambos estudios sugieren que esta terapia puede ser satisfactoria, pues la frecuencia de hiperplasia endometrial fue mínima (70). Por otro lado, la mayoría de estudios sobre mortalidad en mujeres que usaron TRH sugieren mejor sobrevida, aun en aquellos que encontraron un mayor riesgo relativo de cáncer de mama con TRH. Ello refleja que en las mujeres con cáncer de mama hubo diagnóstico más temprano, empleo de mamografía, enfermedad más localizada, menor agresividad, edad más temprana (74-80). Da la impresión que la terapia hormonal permite el crecimiento de focos malignos ya establecidos, pero que clínicamente estos focos se presentaran con biología favorable (72). El riesgo particular depende de la duración y probablemente la dosis a la que se expone individualmente la mujer, así como al número de factores ambientales y genéticos predisponentes. La dosis de TRH elegida debe ser la menor que produce el efecto deseado. Una dosis baja en estrógeno junto a un modulador selectivo de receptor de estrógeno para proteger la mama puede ser la opción de tratamiento para las mujeres con síntomas severos de déficit de estrógenos (81). Será interesante conocer más sobre los hallazgos iniciales de que el empleo de estrógenos no elevaría el riesgo de cáncer de mama en mujeres con osteoporosis, a diferencia de lo que ocurriría en la mujer sin osteoporosis (82). Los mayores beneficios parecen ocurrir en mujeres con bastante riesgo de problemas cardiovasculares u óseos en comparación con su riesgo de cáncer de mama. Usualmente, ellas serán de mayor edad. Los beneficios potenciales del empleo profiláctico por largo tiempo en mujeres perimenopáusicas es materia de debate. Por eso la importancia de la elección individual de la mujer se basará en el patrón de riesgo, temores y calidad de vida (83). Mientras continúan estos estudios, el médico que prescribe la TRH debe obtener el consentimiento informado, en el que el facultativo hará una corta exposición sobre las bondades de la TRH, de la preocupación del facultativo de que existe un pequeño aumento en la probabilidad de cáncer de mama, especialmente con el uso prolongado, y de que aun hay ausencia de evidencia definitiva sobre este aspecto. El consenso de la Sociedad Norteamericana para la Menopausia (NAMS) ha establecido las siguientes recomen- daciones (84): 1. El chequeo anual es de sumo valor en la mujer perimenopáusica y debería incluir el descarte de problemas físicos y sicológicos, así como consejería para un estilo de vida apropiado. 2. Existen datos clínicos suficientes para recomendar el manejo de los síntomas perimenopáusicos agudos, así como realizar consejería sobre enfermedades crónicas potenciales relacionadas a la posmenopausia. 3. Es evidente la importancia de realizar detección y manejo individualizado para cada mujer, así como es necesario incluir a la mujer en la toma de decisiones sobre la terapia más conveniente. 4. Debido a que la información clínica sobre la mujer perimenopáusica es limitada, los proveedores de salud pueden considerar la extrapolación de datos, así como confiar en la experiencia clínica, cuando consideren las opciones de tratamiento. 5. El manejo de los síntomas perimenopáusicos puede incluir el no hacer nada -pues muchos síntomas se autolimitan- o recomendar una combinación de tratamientos. La salud y calidad de vida de la mujer perimenopáusica pueden mantenerse y mejorar con cuidado preventivo, modificaciones del estilo de vida, diagnóstico temprano de enfermedades o de riesgo incrementado para enfermedad, e intervenir cuando sea el momento más apropiado. Cumplimiento de la TRH Las mujeres posmenopáusicas generalmente detie- nen su terapia estrogénica en el primer año. En un estudio realizado entre 1 y 4 años de la Intervención Estrógeno/Progestina en la Posmenopausia (PEPI) en 775 (90%) de las mujeres enroladas originalmente, el empleo de hormona fue significativamente más común en las mujeres que tomaban las hormonas desde antes de la PEPI, mientras que la mayor edad, menor educación y no ser caucásica predijeron el menor empleo de hormona. También, las mujeres que estuvieron en el grupo placebo y habían tenido mayor pérdida de densidad de masa ósea, iniciaron TRH con más facilidad que las que tenían menos pérdida de hueso. Los lípidos, la presión arterial y otros factores de riesgo cardiovascular tuvieron poca influencia en el empleo de hormonas (38). También, en una población de Francia, la cantidad de atención que las mujeres ponían al cuidado de la belleza jugó un rol en determinar el empleo de TRH (85). En otro estudio francés se encontró que la historia de seguimiento ginecológico regular apareció como el determinante más fuerte del empleo de TRH. Las mujeres mayores de 51,3 años empleaban menos TRH que las mujeres menores de esa edad (86). En un estudio en Lund, Suecia, se encontró que la educación, las condiciones laborales, estilo de vida, interés en la prevención y la severidad de los síntomas del climaterio fueron determinantes para la aceptación y cumplimiento con la TRH (87). Las usuarias de TRH tenían mayor educación, trabajo a tiempo completo y un mayor consumo de recurso de cuidados de la salud y de alcohol, pero menor de cigarrillos. Ellas reportaron mayor frecuencia de síntomas climatéricos, antecedente de síndrome premenstrual, empleo de anticonceptivos orales e histerectomía. Las razones más frecuentes para discontinuar la TRH fueron la ganancia de peso, temor al cáncer, sangrado, mastalgia y problemas emocionales. Beneficios de la TRH a otros órganos Los estrógenos parece mejoran la piel a través de sus receptores de estrógeno; aumentan el contenido y cantidad de colágeno, engruesan la piel, mejoran la vascularización y aumentan el ciclo de vida del folículo del cabello (88). En el ejemplo de la cantante que inicia este simposio, la menor estrogenicidad de la perimenopausia produce edema o deshidratación de las cuerdas vocales, lo que ocasiona variación del timbre de la voz, fatal para las cantantes. Hay evidencia de estudios en animales y humanos que los esteroides sexuales tienen un efecto importante sobre el aparato urinario bajo de la mujer en la vida adulta (89). Se ha identificado receptores de estrógeno en el cerebro, centro pontino de la micción, y en la vejiga, uretra y piso pélvico. Las fluctuaciones de los estrógenos y progesterona durante el ciclo menstrual y el embarazo influyen sobre la prevalencia de síntomas urinarios y los resultados de la investigación urodinámica. Sin embargo, el empleo de TRH para estos problemas ha tenido resultados conflictivos y bastante desalentadores (90). Para la mayoría de mujeres, la perimenopausia no se asocia con depresión. En aquellas que se deprimen, los síntomas del humor tienden a disminuir al final de la menopausia, sin importar los antecedentes de depresión. La satisfacción de la vida en la transición menopáusica se relaciona mucho al humor, lo que se puede predecir por actitudes pasadas, mientras es afectado por las relaciones con la pareja, estrés y estilo de vida (91). Muchos de los cambios en la función cerebral que afectan el humor son secundarios a las variaciones en los niveles de estrógenos en el cerebro. El tratamiento con estrógenos sólo puede mejorar el humor en mujeres con síntomas depresivos leves, pero las que no responden a los estrógenos y las mujeres con depresión moderada a severa requieren terapia antidepresiva (92). En la mujer mayor sana, la TRH tiene efectos pequeños e inconsistentes en la función cognitiva, que incluyen mejor memoria verbal, razonamiento abstracto y procesamiento de información. Una razón puede ser que las mujeres que reciben TRH son más saludables que las que no la reciben. Sin embargo, estudios epidemiológicos sugieren que la TRH protege contra el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer (93,94). Sorprendentemente, tanto las mujeres sanas como dementes con poca educación parecen beneficiarse más de la TRH. Los efectos benéficos declinan -y aun se revierten- con el tratamiento prolongado en mujeres con Alzheimer (95,96). Con la TRH combinada continua disminuye signi- ficativamente la citotoxicidad NK, la producción de interferón-gamma y la subpoblación de células T, mientras aumentan las subpoblaciones de CD3(+)CD25(+) y CD3(+)HLA-DR(+). Sin embargo, después de 6 meses de TRH, la citotoxicidad NK aumenta significativamente, de manera similar al grupo control (97). El envejecimiento se asocia con profundos cambios en el sistema regulatorio hormona de crecimiento/factor de crecimiento similar a la insulina (IGF), que incluye disminución de la hormona de crecimiento, IGF-I, IGFBP-3 y IGFBP-5, y aumento en IGFBP-4. Estos cambios, asociados a la disminución marcada de la producción de esteroides sexuales por el ovario y las suprarrenales, pueden tener efectos deletéreos en varios órganos en la mujer posmenopáusica, en particular, en la prevalencia de dos enfermedades muy comunes, la osteoporosis y la enfermedad coronaria. Experimentos recientes muestran los efectos de los estrógenos sobre los IGFs circulantes y tisulares en personas mayores. Y la TRE afecta el sistema regulador de IGF en mujeres posmenopáusicas (98). La menopausia coincide con la aparición de muchos trastornos artríticos comunes y con la disminución de la severidad de otras, como el lupus eritematoso sistémico. Se considera que los estrógenos estimulan la inmunidad humoral, mientras los andrógenos y la progesterona son supresores inmunes naturales (99). Así, la TRH puede tener efectos en la patogénesis, incidencia y prevalencia de osteoartritis, artritis reumatoide, lupus eritematoso sistémico y el síndrome del túnel carpal (100). El estrógeno sin oposición o combinado no causan ganancia de peso extra, además del que normalmente se gana en la menopausia. La TRH tampoco previene la ganancia de peso o del índice de masa corporal. No hay suficiente evidencia para determinar un efecto de la TRH sobre la relación cintura-cadera, masa grasa o grosor del pliegue, es decir, un efecto preventivo sobre la redistribución de la grasa corporal de la cadera y muslos al abdomen, lo cual se asocia con la menopausia (101,102). Desde que la prevalencia de diabetes mellitus no dependiente de insulina (DM tipo 2) está aumentando en mujeres posmenopáusicas y la DM tipo 2 incrementa sustancialmente el riesgo de trastornos cardiovasculares en las mujeres posmenopáusicas -población con mayor riesgo de enfermedad coronaria-, la Sociedad Norteamericana para la Menopausia (NAMS) ha desarrollado una opinión de consenso sobre las estrategias de manejo apropiado en las mujeres posmenopáusicas que tienen o están en riesgo de desarrollar DM tipo 2 (103): 1. El control de los factores de riesgo cardiovascular por medios farmacológicos y no farmacológicos puede disminuir significativamente el riesgo de desarrollar trastornos cardiovasculares. 2. No se puede hacer una fácil recomendación para emplear TRE/TRH; mas bien, se debe sopesar los beneficios y los riesgos en el contexto de los factores de riesgo de cada mujer. 3. Cuando se recomiende TRE/TRH, los mayores beneficios pueden obtenerse del empleo de preparaciones estrogénicas transdérmicas, dosis bajas de estrógenos orales, progesterona en lugar de progestina y/o preparaciones no androgénicas, aunque aun se requiere más investigación en esta área. 4. La consejería puede ser de mucha ayuda para que la paciente se adhiera a regímenes medicamentosos múltiples y aumentar su comprensión de los beneficios y riesgos potenciales de la TRE/TRH (104). Tratamientos hormonales en la menopausia Son tratamientos utilizados en la menopausia: - La terapia de reemplazo hormonal, que incluye los estrógenos conjugados, el 17ß-estradiol y el esteroide con actividad tisular específica tibolona. - Los moduladores selectivos de receptores de estrógenos (SERMs), cuyos preparados actualmente empleados son el raloxifeno y el tamoxifeno. - Otros medicamentos hormonales y no hormonales. Pensando que la estrogenoterapia exógena podría resolver todos los problemas derivados del déficit de estrógenos, la primera idea fue administrar estrógenos conjugados en cantidades farmacológicas, sin oposición y "para siempre". Más adelante, al conocer la relación de la TRE con mastalgia, sangrado endometrial, incremento del riesgo para cáncer de endometrio y de mama, entre otros, se pensó que la estrogenoterapia debería ser indicada para tratar la sintomatología del climaterio o el riesgo de trastornos cardiovasculares u osteoporóticos. Además, gradualmente se decidió usar la menor dosis terapéutica de estrógenos y se añadió las progestinas cuando existía útero, inicialmente en forma cíclica los 10 a 14 días al final del ciclo y más adelante en forma combinada continua, disminuyéndose gradualmente en el tiempo la dosis de progestina y sugiriéndose ahora su administración interrumpida. Se recomienda tener un seguimiento de la paciente cada 6 meses, de manera de descartar efectos secundarios, tales como menorragia, metrorragia, mastodínea. Si la paciente presentara hemorragia atípica, se hará la evaluación del endometrio por ecografía, incluyéndose el legrado uterino diagnóstico, si hubiera duda, versus la biopsia endometrial o la histeroscopia, sugiriéndose en ciertos casos la ablación del endometrio (105,106). Es de interés conocer que el grosor endometrial determinado sonográficamente es frecuentemente mayor en mujeres posmenopáusicas hipertensas asintomáticas que reciben drogas antihipertensivas, que en las hipertensas no tratadas y las normotensas (107). Para el tratamiento de la menopausia contamos con las siguientes hormonas y vías de administración: a) Estrógenos, vías oral, parenteral, transdérmica, tópica, vaginal; b) Progestágenos, vías oral, parenteral, transdérmica, vaginal, intrauterina; y, c) Esteroides con actividad tisular específica, vía oral. Los estrógenos empleados en la terapia de reemplazo estrogénico (TRE) pueden ser clasificados de la manera indicada en la Tabla 3, señalándose que se prefiere los estrógenos naturales y derivados; los sintéticos son usados en los preparados anticonceptivos.
Disponemos en el país de los siguientes preparados estrogénicos para indicación por vía oral (16): a. Estrógenos
conjugados (EC) 0,3, 0,625 ó 1,25 mg/día; EC 0,625 ó
1,25 mg asociados a acetato de medroxiprogesterona 2,5 ó 5 mg. Para la TRH parenteral, se puede contar con los siguientes preparados: a.Implantes pellets
de estradiol 25, 50 ó 100 mg. Los preparados estrogénicos
por vía parenteral son muy apreciados por mejorar la sintomatología
temprana perimenopáusica y su costo asequible. Sin embargo, no
prevendrían las secuelas estrógeno-dependientes de la menopausia
a largo plazo, pues los valores óptimos de estrógenos en
plasma disminuyen después de dos semanas de aplicada la inyección. a. 17-beta estradiol
25, 50 ó 100 µg solo o con acetato de norestisterona 0,25
ó 0,50 mg. Se propone utilizar el parche en la TRH, para evitar la "unión estrogénica" secundaria al metabolismo hepático de los estrógenos, en los casos de sensibilidad extrema de algunas mujeres a fluctuaciones relativamente menores del estradiol en sangre y en pacientes con problemas médicos específicos, vg. malabsorción gastrointestinal, hipertrigliceridemia y migrañas (108). El parche es colocado sobre la piel de la parte inferior del tronco, en forma rotatoria, una o dos veces por semana, según el producto. En lugares tropicales, puede haber menos posibilidad de reacción dérmica local con el empleo del gel, evitándose el desprendimiento del parche en el verano (109). Para la TRH tópica, podemos indicar: a. Estrógenos
conjugados 0,625 mg Por vía vaginal se cuenta con: a. Promestrieno 10
mg, cápsulas En la terapia hormonal de reemplazo con progestágenos, se emplea: a. Medroxiprogesterona
5 mg los 10 a 14 últimos días del ciclo ó 2,5 mg
diarios, combinado con estrógenos; también en ciclos interrumpidos. Un régimen combinado continuo de EC más 5,0 mg de acetato de medroxiprogesterona (MPA) puede ser mejor para la mujer que recién haya iniciado la menopausia o para la mujer que no tolera el sangrado irregular. Parece que esta combinación permite un mejor cumplimiento con la TRH (110). Mientras tanto, el estudio PEPI evidenció que la TRH con un régimen de estrógenos y progesterona natural (micronizada) preserva la mayoría de los efectos lipoproteicos favorables y atenúa simultáneamente la incidencia de hiperplasia endometrial inducida por estrógenos, siendo recomendada la progesterona micronizada oral como primera elección para oponerse a la terapia estrogénica en mujeres con útero presente (73,111,112). Asimismo, el gel de progesterona vaginal los días 1 a 10 de mes calendario o dos veces por semana asociados a estrógenos continuos controla el sangrado uterino de la TRH, lo que puede mejorar el cumplimiento de la TRH (113). El esteroide con actividad tisular específica encontrado en nuestro medio es la tibolona, esteroide sintético con propiedades estrogénica, progestagénica y androgénica. La administración de 2,5 mg/d tiene resultados a corto y largo plazo similares a la de los estrógenos conjugados asociados a medrogestona 10 mg/d (114), norgestrel (115) o didrogesterona 10 mg/d (116), siendo la tibolona más efectiva en mejorar el vértigo, libido, sequedad de la piel, desempeño sexual (117) y en la disminución significativa de triglicéridos y VLDL (118,119). Además, tiene efectos en la menor proliferación, y mayor diferenciación y apoptosis celular, tanto en células mamarias normales como en células cancerosas de la mama (120). Muchos estudios en animales y seres humanos han evaluado los efectos sobre la salud de las isoflavonas, sobre los síntomas asociados a la menopausia y las enfermedades relacionadas a la menopausia/envejecimiento. Sin embargo, la información no es concluyente sobre si los efectos en el hombre deben ser atribuidos a las isoflavonas solas o a las isoflavonas más otros componentes en alimentos enteros. Los fitoestrógenos no mimetizan consistentemente la actividad de los estrógenos. Diferentes tipos de fitoestrógenos tienen diferente potencia, y tomarlos en dosis alta después de la menopausia no emula los beneficios aparentes del consumo de por vida de dietas ricas en fitoestrógenos (121). Los efectos más convincentes son los efectos sobre los lípidos. Los estudios han asociado las isoflavonas con reducciones estadísticamente significativas de lipoproteínas de densidad baja y triglicéridos, así como incremento de las lipoproteínas de densidad alta. Aunque algunos estudios parecen demostrar la eficacia de las isoflavonas en reducir la incidencia y severidad de los bochornos, muchos otros estudios no han encontrado diferencia entre las que recibieron isoflavonas y los controles. Los informes son inadecuados para evaluar el efecto de las isoflavonas sobre el cáncer de mama y otros cánceres relacionados a la mujer, densidad ósea y sequedad de la vagina. Los clínicos pueden recomendar que las mujeres menopáusicas consuman alimentos completos que contienen isoflavonas, especialmente por los beneficios cardiovasculares; sin embargo, se necesita tener precaución en hacer estas recomendaciones (122). Otros compuestos que están en evaluación para su empleo en los efectos de la menopausia son la hormona de crecimiento, los factores de crecimiento parecidos a insulina, el empleo de péptidos y de estroncio (123). ¿TRH para todos? Según Barrett-Connor,
es prematuro recomendar ¿Cuál
es nuestra experiencia en el manejo de la TRH? Un grupo de mujeres tiene
temor al empleo de TRH (124). El mayor temor es al cáncer de mama.
Es conveniente revisar Cuando Compston se refiere al futuro de la TRH, indica que el aumento del riesgo de cáncer de mama se encuentra sólo en usuarias actuales de TRH; la aparición de preparados que no ocasionan sangrado ha aumentado la aceptación de la TRH, especialmente en las mujeres de edad mayor, Y el desarrollo de agonistas de estrógeno selectivos de tejido podría permitir una terapia de por vida (125). Otras terapias empleadas en la menopausia Se indica las drogas no hormonales si los esteroides sexuales están contraindicados, la paciente no responde a la terapia hormonal, si es una paciente sintomática que rehúsa el empleo de estrógenos y en la intolerancia al tratamiento hormonal, con manifestaciones de náuseas, retención de líquidos. Los sedantes, como fenobarbital más belladona, reducen los bochornos. Los tranquilizantes (diazepínicos, piridoxina) se les emplea en casos de ansiedad, insomnio, irritabilidad; tener cuidado con el abuso de diazepínicos. Los antidepresivos están indicados sólo en la depresión psíquica, empleándose fenotiazina, inhibidores de la monoaminooxi- dasa, imipramina. Para los bochornos se emplea progestágenos, anticonceptivos orales, clonidina (0,025-0,05mg bid), naloxona, Salvia officinalis, Medicago sativa. Para la osteoporosis, contamos en nuestro medio con la calcitonina, los bifosfonatos, los moduladores selectivos de receptores de estrógeno (SERMS), la ipriflavona 200 mg 3 v/d, a los que se añade calcio 1 a 1,5 mg, vitamina D 400-800 mUI/día en la mujer que tiene poca exposición al sol, y el fluor. La monitorización del efecto de la TRH es por densitometría ósea, de preferencia, aunque por el costo se puede indicar el estudio ultrasónico del talón y del tejido óseo de la falange (126). Existen receptores de calcio en las células osteoblásticas y de calcitonina en los osteoclastos. La calcitonina inhibe la actividad de osteoclastos y la resorción ósea. La administración de dosis baja de 50 a 200 UI intranasal previene la pérdida de hueso en la posmenopausia. No hay efectos secundarios ni sangrado uterino, pero no protege al sistema cardiovascular. Cuando se añade calcio 500 mg/d, la densidad ósea aumenta al sexto mes. Se puede usar combinada con estrógenos. La acción de los bifosfonatos es interferir con la función osteoclástica, permitiendo desaparecer la superficie rugosa celular. La administración de alendronato 5 a 20 mg/día en la osteoporosis posmenopáusica permite incrementar la densidad de la masa ósea (DMO) hasta 4 y 6% en la columna lumbar y 3% en el cuello del fémur. Con relación al uso de antiestrógenos en la osteoporosis, el estrógeno media sus acciones por medio de los dos subtipos de receptores, RE alfa y RE beta, cada uno de ellos con predominio en tejidos y órganos específicos. La acción biológica resultante puede variar de acuerdo al tipo específico de RR, medio cofactor, elemento de respuesta y el ligando. Los antiestrógenos son compuestos no esteroides con acciones estrógeno-antagonistas o estrógeno-agonistas, de acuerdo a su unión a los receptores de estrógeno. Se ha obtenido amplia experiencia con el empleo de estos compuestos en el tratamiento del cáncer de mama, siendo los más conocidos el tamoxifeno y el droloxifeno keoxifeno (o raloxifeno), compuesto de tercera generación (127). El tamoxifeno en las mujeres posmenopáusicas tiene efecto agonista parcial sobre el endometrio. Afecta al hueso y el metabolismo lipídico, y produce efecto de hemodilución en la mujer posmenopáusica normal, de manera similar a la TRH, lo que puede reducir la incidencia de enfermedad cardiovascular (128). El SERM raloxifeno tiene una actividad particular, debido a su conformación molecular (121). Tiene efectos favorables para hueso y lípidos, sin acción desfavorable sobre el útero y la glándula mamaria. Previene la pérdida de hueso mejor que el placebo, especialmente la fractura vertebral no traumática (129), pero menos (50-60%) que los estrógenos conjugados equinos (130). Disminuye el colesterol LDL y algo la lipoproteína(a), no aumenta triglicéridos, el HDL-C y el PAI-1, y aumenta el HDL2-C (131). No parece disminuir la ateroesclerosis coronaria, como sí lo hacen tamoxifeno y los estrógenos conjugados. Debido a sus efectos antiestrogénicos produce bochornos y atrofia vaginal, y se le asocia a trombosis venosa (129). Una comunicación señala que los resultados de estudios en animales orientan a una monitorización clínica para detectar un posible incremento en la incidencia del cáncer ovárico (129). Se emplea el raloxifeno para la profilaxis y el tratamiento de la osteoporosis, especialmente, en pacientes que tienen contraindicaciones para la terapia estrogénica (132). No está demostrado que las variaciones de ingesta de calcio dentro de límites normales sea importante para el desarrollo del pico máximo de masa ósea, el mantenimiento del esqueleto adulto y la evolución de la pérdida ósea del envejecimiento (133). El calcitriol sérico y el calcio de la dieta son determinantes independientes de la absorción de calcio en mujeres premenopáusicas, y los polimorfismos del gen del receptor de vitamina D influyen en la absorción del calcio (134). Alimentación y ejercicio en la menopausia Los años alrededor de la menopausia se asocian con aumento de peso, mayor adiposidad central y disminución de la actividad física. Mientras que la variación de peso ocurre independientemente del estado menopáusico, las modificaciones adversas en la distribución grasa corporal y en la composición corporal podrían deberse a cambios hormonales que ocurren durante la transición menopáusica. El ejercicio y la nutrición claramente afectan el desarrollo de varios problemas asociados con la menopausia y el envejecimiento, tales como la enfermedad cardiovascular, obesidad, debilidad muscular, osteoporosis y depresión. La disminución en el riesgo cardiovascular se debe en parte al impacto del ejercicio sobre los lípidos y el fibrinógeno. El ejercicio aeróbico parece aumentar el colesterol HDL y disminuir los triglicéridos y el fibrinógeno (135). Es responsabilidad del médico que atiende a mujeres de edad mayor aconsejarlas sobre ejercicio y nutrición apropiadas (136). Además, la obesidad en la posmenopausia tardía aumenta el riesgo de cáncer de mama; así, un aumento de 20 kg de peso aumenta el riesgo 80% (137). En efecto, se ha encontrado una posible asociación positiva entre el riesgo de cáncer de mama antes de la menopausia, hiperinsulinemia, obesidad y perfil endocrino hiperandrogénico, las cuales son formas subclínicas del síndrome de ovario poliquístico. La dieta y el ejercicio físico durante la niñez podrían modular la resistencia a la insulina durante la adolescencia y ocasionar un perfil hiperandrogénico similar al síndrome de ovario poliquístico, que luego persiste hasta la adultez (138). Asimismo, las mujeres con mayor cantidad de masa mamaria, resultado de una mejor nutrición de adolescente, tienen mayor riesgo de cáncer de mama. La obesidad posmenopáusica puede aumentar el riesgo de cáncer de mama por mayor conversión de androstenediona suprarrenal a estrógeno, en el tejido adiposo, después de la menopausia (139). Es mi costumbre el dar las siguientes recomendaciones dietéticas a mis pacientes en el climaterio y menopausia. La alimentación debe ser balanceada, de 1800 kcal/día, con alto contenido de nutrientes, incluyendo buena ingesta de proteínas (pescado, pollo sin piel, pocas carnes rojas), azúcares complejos y fibra (cítricos y frutas, tomates, verduras verdes y amarillas, cereales de grano entero), disminuir las grasas, ingerir calcio (1 vaso de leche al día, yogurt descremado, queso o calcio elemental 1g), antioxidantes (vitaminas E, C, alfa-tocoferol, beta carotenos) y vitamina D 400 - 800 UI, si no hay exposición al sol. Se advierte no exceder en la cantidad de sal, café, alcohol y las consecuencias negativas y funestas del cigarrillo (16). La adiposidad corporal superior, la intolerancia a la glucosa, hipertensión, dislipidemia, ovarios poliquísticos, menopausia y otros pueden mejorar (y disminuir el riesgo cardiovascular) reduciendo el exceso de peso, promoviendo la actividad física regular, modificando los hábitos dietéticos, dejar de fumar, corrección de la deficiencia subclínica de magnesio y el empleo de metformina y agentes antiobesidad (fenfluramina, fluoxetina y benfluorex) y de sensibilizadores insulínicos, como los derivados de la tiazolidinediona (140). El factor que más consistentemente se relaciona con la ganancia de peso es la actividad física. Para evitar la ganancia de peso, las mujeres deben priorizar la práctica regular de actividad física. Aunque se cree que la TRH causa ganancia de peso, los datos del ensayo PEPI no respaldan estas creencias. Además, la TRH podría tener un efecto protector en reducir la adiposidad central. Los datos del Proyecto para un Estilo de Vida Saludable de la Mujer proveen clara evidencia de que la ganancia de peso y el aumento de la circunferencia de la cintura, asociados a la elevación de lípidos y otros factores de riesgo de enfermedad coronaria, son previsibles por medio de la intervención en el estilo de vida en las mujeres sanas en edad menopáusica. Dadas la prevalencia y el curso crónico de la obesidad, la prevención de la ganancia de peso debe ser reconocida como una meta de salud importante para la mujer, antes de que alcance la menopausia (141). El ejercicio físico disminuye la pérdida de la masa ósea. Se conoce que se debe iniciarlo mucho antes de la menopausia. Son indicados los ejercicios aeróbicos asociados a ejercicios de flexibilidad y fortalecimiento muscular y relajación, 20 a 30 minutos por sesión, 3 veces por semana. Se puede considerar las caminatas, la bicicleta, correr, ejercicios con pesas, ejercicios isométricos e isotónicos (16). En la Tabla 4 se puede apreciar el gasto de energía de acuerdo a diferentes actividades físicas.
Bibliografía 1. McKinlay, SM;
Brambilla, DJ. and Posner, JG. The normal menopause transition. Maturitas
1992;14:103-15. (*) Profesor de Gineco-Obstetricia de la Facultad de Medicina de San Fernando, U.N.M.S.M.. Jefe de Reproducción Humana, Hospital Nacional Eduardo Rebagliati Martins, EsSalud. |