Historia de la Medicina Peruana en el Siglo XX
A propósito de un caso reportado en el Servicio de Neonatología del Hospital de Apoyo San José del Callao

Compilador: Gustavo Delgado Matallana. Editor: Osvaldo Salaverry García.- Coedición del Fondo Editorial de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Asociación de Historia de la Medicina Peruana.-
Publicación en rústica, en dos tomos 1 (1-701), 11 (803-1382), Centro de Producción Editorial, U.N.M.S.M., Lima, 2000

Desde tiempo atrás se venía reclamando una historia de la medicina peruana. Fuera de la de Hermilio Valdizán Historia de la Medicina Peruana (Ediciones "Hora del Hombre", Lima, 1944), que se limita a la época precolombina (era en realidad la tesis para el doctorado publicada en Lima, en 1915, con el título "La alienación mental entre los primitivos peruanos") pues fue propósito del Maestro continuar la obra considerando las etapas clásicas de Conquista, Colonia, Emancipación y República. Algunos aspectos de estas etapas, verbigracia Locos de la Colonia (Lima, 1919), fueron en realidad, conforme lo señala el propio Valdizán en la nota prologal de este libro, "continuación de mi tesis doctoral". La corta vida del maestro sanmarquino no permitió que diera continuidad a su vasta obra y que nos dejara una Historia de la Medicina Peruana que él, como pocos, estaba en condiciones de producir.

Otro esfuerzo fue el de Juan Bautista Lastres, discípulo de Valdizán, quien logró dar a la estampa, en tres tomos, una Historia de la Medicina Peruana (Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Publicaciones del Cuarto Centenario, Lima, 1951) que examina, en cada tomo, siguiendo la periodización tradicional, la Medicina Precolombina, la del Virreinato y la Republicana. Lastres contó con la tranquilidad necesaria y el acceso de los repositorios fundamentales para hacer una obra consistente que tiene un valor especial: estar escrita por un solo autor, lo que le da una admirable unidad al conjunto.

Henri Sigerist, gran historiógrafo de la Medicina, sostenía que la obra del historiador era comparable a la del psiquiatra, pues en ambos casos se trataba de conocer los motivos de la conducta. En el caso del historiador, por el análisis de los desarrollos históricos, revelar las tendencias sociales inconscientes. Se trata, en el último término, de interpretar los hechos y no sólo describirlos. Por eso Jorge Basadre, como lo hemos mencionado en otro lugar, en una entrevista, confesó que, de no ser historiador, le hubiera gustado ser neuro-psiquiatra, "con tiempo para investigar". No sorprende por lo tanto que los dos historiadores de nuestro pasado médico sean psiquiatras distinguidos.

Parece imposible en nuestro tiempo que un solo autor pueda ofrecer el panorama actual del saber nacional, con lo suficiente información mundial y el insoslayable espíritu crítico. Aunque no es imposible, como lo demuestra la obra del Profesor Lycurgo de Castro Santos Filho, quien es autor de una História Geral Da Medicina Brasileira en dos volúmenes.

El libro que comentamos, presentado en dos tomos, es una compilación de textos producidos por distintos autores, algunos con antecedentes en el campo histórico-médico, otros debutantes en esta ocasión, lo que da, de entrada, heterogeneidad a la obra, que el editor no ha podido disimular, porque no ha sido un "ombudsman" de este difícil trabajo, ni un "redactor de redactores", atento al menos a la unidad estilística. Me consta el trabajo del compilador, que ha tenido una paciencia de benedictino, pues ha dedicado mucho tiempo a la búsqueda de autores idóneos, y después, a la recepción de los manuscritos en los plazos siempre alargados por los autores.

En el capítulo II, un número limitado de los trabajos se disciplinan a los criterios descriptivos de las especialidades médicas. Algunos son ensayos históricos muy bien logrados. En mayor proporción, lamentablemente, recuerdan las memorias de las sociedades, con los usos y abusos de los nominalismos casi siempre innecesarios. No haremos una enumeración de las ausencias pero si tenemos que decir que existen y son significativas. Neurología, por ejemplo, que tiene tan rica historia y prestancia en la medicina peruana, brilla por su ausencia, que se hace más notoria por el amplio espacio dedicado a la neurocirugía, y el menor destinado a una disciplina conexa, la neuropsicología, incomprensiblemente ubicada entre las "nuevas tecnologías" (capítulo III).

Lo que no deja de ser notoria es la ausencia de la Clínica Médica, que aún hoy, pese al avance de las especialidades y la proliferación de las salas de cuidados intensivos e intermedios y a los impresionantes ambientes destinados a las emergencias, tiene una enseñanza de conjunto en todo el mundo. En nuestro país, la Medicina Interna tuvo bien ganado prestigio en los Hospitales Dos de Mayo y Loayza. Fue semillero, en la primera mitad del siglo XX, de los clínicos eminentes, que en estos dos gruesos volúmenes tienen su lugar en las especialidades y en los desarrollos especiales de la peruana, verbigracia, la medicina de la altura (la investigación sobre la aclimatación en los Andes y del hombre andino en general) y la medicina tropical (la verruga peruana, en especial). Lo mismo puede decirse de la cirugía, sus tendencias y sus importantes centros de adiestramiento hospitalario.

Falta una presentación de la terapéutica en sus aspectos generales y específicos. Los desarrollos de los procedimientos de tratamientos actuales, que se consideran generalmente derivados de los comienzos del siglo XX, requieren de una exposición descriptiva y crítica. Una historia de la medicina, de aliento antropológico -que es una deficiencia de la obra sujeta a cotejo-, no puede prescindir de la evolución histórica del arte de curar, que es la forma más antigua en que se presenta el arte médico en la historia de los pueblos de todos los tiempos.

La organización de esta obra es bastante peculiar. El capítulo III, dedicado a "nuevas tecnologías", junto con la acupuntura y la bioingeniería, presenta una nota sobre la bioética, que no es una tecnología sino un enfoque de la medicina contemporánea, como la ecología. El capítulo IV, destinado a "problemas de salud", reune desde el tratamiento del síndrome cultural del susto hasta una revisión demorada de la enfermedad de Carrión y una síntesis excelente de la Enfermedad de Monge.

Como una orientación general, el primer capítulo revisa las "organizaciones médicas", con datos de interés aunque desiguales en importancia. Entre las ciencias básicas (capítulo V), sólo se revisa algunas de ellas; las instituciones y las publicaciones médicas, en sendos capítulos, reciben la importancia que les corresponde.

La heterogeneidad, o mejor dicho, la desigualdad es la nota más característica de los textos que se compilan en estos dos tomos. Pero quizá una generalización que tiene como punto de partida un concepto aparentemente negativo. Si se decidiera publicar un tomo adicional, que complete los textos actuales en sus limitaciones u omisiones, no creo que se resuelva el problema. La obra Historia de la Medicina Peruana en el Siglo XX, pese a lo descabalado de su título, cumple el objetivo del autor y sus afanes en por lo menos la última década. La obra próxima debe entregarse a un grupo de trabajo no sólo interesado en la historia y sus métodos sino comprometido en una reflexión de conjunto que permita una más justa distribución del trabajo personal y una selección de los autores de los temas que requieran de autoría múltiple pero no dispersa ni mucho menos desigual. Finalmente, la historia, "un recuerdo de lo que fue al servicio de una esperanza de lo que puede ser" como la define Don Pedro Laín Entralgo en su introducción a la monumental Historia Universal de la Medicina (Salvat, Barcelona, 7 tomos, 1972-73), requiere de este esfuerzo compartido en beneficio de una medicina benemerente, como la peruana, que tiene mucho que contar y testimonios invalorables que ofrecer.

Javier Mariátegui Chiappe