Abdomen
agudo en el adulto mayor
Dr.
Eduardo Barboza B.(*)
Resumen
El abdomen agudo en el adulto mayor es una condición
clínica potencialmente grave que representa un reto para el binomio
internista - cirujano, y requiere evaluación exhaustiva y reconocimiento
de las condiciones comórbidas para manejo conjunto, debiendo procederse
en el tiempo más corto con la solución quirúrgica.
No siendo la edad una contraindicación operatoria, cualquier demora
en el diagnóstico o tratamiento aumenta significativamente la
ya reconocida alta morbimortalidad de la sepsis abdominal.
Palabras claves: Abdomen agudo, adulto mayor
Summary
The acute abdomen in the elderly (intra-abdominal sepsis) is a clinical
challenge for physicians and surgeons and requires a meticulous evaluation
and recognizing of the comorbid conditions for a simultaneous management.
It should proceed in the shortest time for the surgical treatment. Aging
is not a contraindication for surgery, and any delay in diagnosis and
treatment will increase the well known high morbidity and mortality of
the intra abdominal sepsis.
Key Words: Acute abdomen, elderly
Introducción
El adulto mayor puede presentar patología abdominal aguda que
requiere de tratamiento quirúrgico (1). Internistas y cirujanos
han comprendido la necesidad de intervenir quirúr-gicamente a
pacientes adultos mayores aún cuando el riesgo quirúrgico
es algo mayor que en los pacientes menores de 60 años (2). Sin
embargo, hemos creído conveniente antes de referirnos al tópico
en mención, revisar algunos aspectos fundamentales que hoy en
día son bien reconocidos para el buen manejo quirúrgico
de los ancianos (3).
Hasta hace algunas décadas, la edad era considerada uno de los
factores de alto riesgo que contraindicaban las intervenciones quirúrgicas.
Sin embargo, se ha podido deter-minar que el adulto mayor tiene la capacidad
de tolerar procedimientos quirúrgicos de la más alta complejidad.
En nuestra experiencia, hemos podido comprobar que el paciente adulto
mayor tiene la capacidad de tolerar la cirugía ambulatoria con
anestesia local, como es la cura quirúrgica de la hernia inguinal,
así como las grandes resecciones duodeno pancreáticas (operación
de Whipple) por cáncer de páncreas, con excelentes resultados
(4,5).
Las mejoras de las técnicas quirúrgicas y anestesio- lógicas,
de la tecnología, así como el mejor conocimiento de la
fisiología del anciano han hecho posible que éstos puedan
ser sometidos a intervenciones quirúrgicas con riesgo calculado.
El mismo hecho que exista aumento de la población mayor de 65
años, ha forzado de alguna manera a la necesidad de enfrentar
los problemas quirúrgicos en este grupo poblacional. Así,
en 1991 la expectativa de vida era de 72 años, mientras que en
1940 era de 61. Si nos remontamos al siglo XVII, la expectativa de vida
era de sólo 35 - 40 años. En la actualidad, se considera
que el grupo de personas mayor de 65 años está incre-mentándose,
debiendo alcanzar el 25% de la población en el año 2030,
haciéndose más notorio en el grupo mayor de 85 años,
donde se espera que en los Estados Unidos alcanzará la cifra de
20 millones de personas para el año 2050, exten-diéndose
los márgenes entre 85 y 115 años. En el Perú la
población del adulto mayor fue de 4.5% en 1993 y alcanzará el
8.5% en el año 2025.
Este incremento en la población se correlaciona con el aumento
sustancial en los procedimientos quirúrgicos en pacientes adultos
mayores y si en 1980 el 20% de las intervenciones se efectuaron en adultos
mayores de 65 años, en 1990 aumentó a 29%. En la actualidad,
uno de cada dos pacientes de cirugía general corresponde a personas
de este grupo etario. Esta mayor frecuencia de intervenciones quirúr-
gicas, no sólo se debe al aumento de la población, sino
también al entendimiento de que los pacientes ancianos pueden
beneficiarse de un acto operatorio, al demostrarse una dismi-nución
de la mortalidad operatoria a pesar de las cirugías de alto riesgo,
como es la cirugía del cáncer o la cirugía vascular
(4-7). Igualmente, la sobrevida a largo plazo no se ha visto afectada
por las operaciones quirúrgicas practicadas. Esto no quiere decir
que la edad deba ser ignorada dentro del proceso de evaluación
de un paciente candidato a tratamiento quirúrgico, sino que por
el contrario, debe merecer un mayor cuidado en el proceso de evaluación
para detectar cualquier otra patología concomitante que pueda
desencadenar una mayor morbi-mortalidad. Estos procesos llamados comórbidos
pueden pasar desapercibidos y son los responsables de la muerte del paciente,
por lo que se recomienda cuidado exhaustivo en la evaluación pre-operatoria
en el área cardiovascular, pulmonar, nutricional o de los desórdenes
cognitivos (8,9).
Es conocido, igualmente, que hay una declinación progresiva de
la fisiología del adulto mayor, de tal manera que la reserva fisiológica
que usualmente es adecuada para una cirugía electiva no complicada,
puede ser insuficiente cuando se trata de una cirugía de emergencia
o de una complicación post-operatoria.
Los errores en el diagnóstico y la demora en el tratamiento se
cometen con cierta frecuencia, por cuanto la presentación clínica
en este grupo de pacientes puede ser totalmente atípica por ausencia
de signos y síntomas o porque no son fácilmente detectados,
por lo que con relativa frecuencia son atendidos recién cuando
ha ocurrido una complicación, desmejorando así los resultados,
ya que es conocido que la morbimortalidad en cirugía de emergencia
del anciano es tres o más veces frecuente que en cirugía
electiva y se asocia con un prolongado tiempo de hospitalización.
Dentro de las dificultades en el diagnóstico se reconoce el interrogatorio
inadecuado en ancianos con demencia senil o afasia. Muchos de los pacientes
tienen múltiples condiciones clínicas concomitantes como
litiasis, diverticulosis, etc. Enfatizamos que muchos de los síntomas
son tardíos o inespecíficos y que el anciano tiene baja
sensibilidad al dolor y la respuesta febril suele ser discreta. Es importante
recordar que es muy frecuente el uso de antiinflamatorios por otros problemas
médicos, muchas veces producto de automedicación y
que de no insistir en la pregunta, puede pasar desapercibido por cuanto
es considerado por el paciente como un problema trivial (10).
En el diagnóstico diferencial del abdomen agudo, debemos tener
presente patología médica que puede imitar un cuadro de
abdomen agudo como es el infarto del miocardio subdiafragmático
o las neumonías basales, de allí que se debe requerir las
pruebas auxiliares que confirmen o descarten dichas patologías. Durante el acto operatorio es fundamental la parti- cipación
de un anestesiólogo familiarizado con la fisiología del
anciano para coordinar acciones con el cirujano tratante y utilizar la
medicación lo más exacta posible, debiendo estar preparado
para el manejo de las complicaciones cardíacas, usualmente taquicardia,
contracciones ectópicas y arritmias, las que de no ser tratadas
oportuna y adecuadamente, pueden desencadenar paros cardíacos
intra operatorios.
Aspectos fisiológicos
Con el envejecimiento, las funciones de los diferentes órganos
y sistemas declinan inexorablemente, aunque la magnitud de las mismas
puede variar entre las personas. Se sabe que en estado de reposo, el
deterioro fisiológico casi pasa desapercibido, pero cuando la
reserva fisiológica es requerida ante un insulto de stress o de
cirugía de emergencia, la respuesta no es tan buena como en los
individuos jóvenes. (Tabla 1).
En el sistema cardiovascular, se demuestran cambios
morfológicos
como la disminución de miocitos, colágeno y elastina, resultando
en áreas fibróticas en el miocardio y disminuyendo la capacidad
ventricular. Hay dilatación progresiva de las válvulas
y progresiva rigidez de las arterias coronarias; el corazón responde
menos a las catecolaminas (estadío hiposimpático), posiblemente
secundario a una disminución de la función receptora.
A nivel de las arterias, se detecta hiperplasia de la intima, lo que
disminuye el riesgo coronario.
Igualmente, la función respiratoria disminuye por cambios en
la pared torácica y en el pulmón, por cuanto el tórax
se vuelve más rígido con pérdida de la elasticidad
pulmonar, perdiéndose hasta el 50% la función respiratoria.
La función renal sufre igualmente deterioro entre los 25 y 85
años por esclerosis de los glomérulos. La función
glomerular decrece en un 45% a los 80 años, disminuyendo el clearance
de creatinina de 0.75 ml por minuto / por año en personas ancianas
sanas, manteniendo un nivel de creatinina sérica normal. La función
renal tubular también sufre con la edad, perdiendo la capacidad
de regular el balance hidroelectrolítico, siendo más
frecuente la deshidratación por pérdida de sodio y agua,
probablemente por falla en el sistema renina-angiotensina y mala eliminación
de fármacos.
En el tracto urinario inferior, se observa incontinen-cia urinaria entre
el 10 y 50% de los pacientes, con aumento prevalente de bacteriurea asintomática,
siendo la infección urinaria responsable del 30% de todos los
casos de bacteremia.
En el sistema hepato biliar, hay también disminución del
número de hepatocitos, así como pérdida de peso
y tamaño de dicho órgano, viéndose compensado por
un incremento en el tamaño celular. El flujo hepático disminuye
aproximadamente 1% por año hasta 40%. Un efecto de la función
hepato biliar alterada en el anciano es el incremento de litíasis
vesicular con las complicaciones relacionadas. Así por ejemplo,
en las casas de reposo, se documenta 80% de litíasis vesicular
y es la indicación más frecuente de cirugía abdominal
en ancianos.
La función inmunológica también declina con la
edad por disminución de los linfocitos T y de IgG e IgM, por lo
que las infecciones son más frecuentes. También hay incremento
de las inmunoglobulinas y autoanticuerpos e incremento en tumorogenesis.
Sin embargo, esta disminución de la función inmunológica
puede pasar desapercibida al observarse normal la cuenta de neutrófilos,
pero puede comprometerse, aún más, en el paciente con algún
tipo de injuria.
Procesos comórbidos
A pesar de todo el compromiso fisiológico de los diversos órganos
y sistemas, éstos suelen ser funcionalmente suficientes como para
tolerar un tratamiento quirúrgico. Sin embargo, la presencia de
enfermedad coexistente sí tiene influencia directa sobre el resultado,
aumentando la mortalidad de 1.5% a 6.1% cuando se detectaron tres condiciones
clínicas comórbidas (2,3,8,11). Estas situaciones comórbidas
no son igualmente típicas, pudiendo presentarse libres de sintomatología.
Evaluación pre-operatoria
El objetivo de la evaluación pre-operatoria en
el adulto mayor es el determinar el grado de deterioro funcional e identificar
las enfermedades
coexistentes o condiciones comórbidas.
Las enfermedades cardiovasculares son las condiciones
comórbidas
más importantes y lideran las complicaciones peri-operatorias,
así como la mortalidad, por lo que debe evaluarse la tolerancia
al ejercicio y la capacidad funcional como factores predictivos de la
reserva cardíaca. La participación del cardió- logo
es fundamental para corregir cualquier trastorno del ritmo cardíaco
o cuadros de hipertensión aguda que puede presen-tarse en el pre-intra
o post-operatorio.
También debe evaluarse la función pulmonar, por cuanto
las complicaciones pulmonares suelen ser frecuentes y tan graves como
las cardiovasculares. La Sociedad Americana de Anestesiología (ASA), presentó la
clasificación para definir el riesgo quirúrgico, de acuerdo
a las limitaciones funcionales que causan las enfer-medades existentes.
Es importante remarcar que al comparar las curvas de mortalidad con la
Clasificación ASA no se encuentra diferencia significativa en
la cirugía de los jóvenes y los adultos mayores, de lo
que se puede deducir que la mortalidad post-operatoria se relaciona más
a las enfermedades coexistentes que a la edad cronológica.
La capacidad de realizar actividades del diario vivir como son movilizarse,
alimentarse, vestirse, bañarse, etc. se asocia también
a la morbilidad post-operatoria y la mortalidad es 10 veces mayor en
pacientes limitados físicamente que los que están activos,
siendo las causas más frecuentes la atelectasia y la neumonía,
la ectasia venosa y el embolismo pulmonar y otras. En el anciano, la
tolerancia al ejercicio es el mejor factor predictivo de complicaciones
cardíacas y pulmonares en el post-operatorio. Geron demostró que
la incapacidad para aumentar el ritmo cardíaco a 99 latidos
por minuto al practicar dos minutos de bicicleta, fue el factor predictivo
más sensible para pronosticar complicaciones cardíacas
y pulmonares en el post-operatorio y la muerte.
El estado cognitivo del paciente es igualmente impor- tante para determinar
el riesgo en pacientes ancianos que van a ser operados; su evaluación
usualmente no es completa; sin embargo, el delirio post-operatorio es
un estado agudo confusional de la conciencia que se asocia a un aumento
de la mortalidad, mayor morbilidad y prolongada estancia hospitalaria,
pudiendo permanecer el paciente con estado de conciencia comprometida
por períodos prolongados de uno a tres meses. El delirio es usualmente
multifactorial, pudiendo estar presente como una condición pre-existente
o iniciarse en el intra o post-operatorio. Usualmente, se presenta en
pacientes que consumen muchos fármacos, que vienen con pobre estado
funcional y compromiso cognitivo en el pre-operatorio. Dentro de los
fármacos reconocidos se incluyen antibióticos, tranquilizantes,
betabloqueadores, antihipertensivos, analgésicos, etc.
Muchas veces los síntomas del delirio preceden a las complicaciones
post operatorias. Durante el intra o post-operatorio juegan algunos
factores como son la pérdida de sangre, la necesidad de transfusión
sanguínea o el hematocrito menor de 30. Finalmente, el estado
nutricional juega un rol importante en el resultado de los ancianos operados,
especialmente en la cicatrización de las heridas y otras complicaciones.
En los ancianos se reconoce un grado de desnutrición que va del
35 al 65% y está relacionado a factores económicos, factores
mentales, enfermedades crónicas comórbidas, capacidad
para alimentarse, etc. La medida de la albúmina sérica
es la mejor prueba para predecir el éxito quirúrgico. Últimamente
se ha demostrado que la baja de albúmina sérica en ancianos
se correlaciona con prolongado tiempo de hospitalización, au-mento
de las re-hospitalizaciones y mayor mortalidad.
Abdomen agudo
Es el síndrome clínico caracterizado por dolor abdominal
asociado a otros signos y síntomas de carácter urgente
que pone en riesgo la vida del paciente y que requiere tratamiento quirúrgico
en la mayoría de los casos. Usualmente, el dolor está presente
por más de ocho horas consecutivas y es muy importante durante
la evaluación, el escuchar cuidado-samente la historia que relata
el paciente antes de cualquier cuestionario (2).
Cuadro clínico La característica del inicio del dolor es importante en la medida
que el dolor cólico usualmente representa un cuadro obstructivo
que puede ser en el conducto cístico (colecistitis aguda), en
el uréter (obstrucción por litíasis) o intestinal
por adherencias. Generalmente el dolor desaparece por momentos y el paciente
tiende a movilizarse como medida de aliviar el dolor. En cambio el dolor
de tipo inflamatorio infeccioso es dolor continuo y que empeora en forma
progresiva como es el caso de la diverticulitis, la apendicitis, etc.
El dolor por perforación gastrointestinal suele ser abrupto e
intenso. Usualmente se localiza en el área del órgano comprometido.
Durante el examen clínico el reconocer la expresión
facial del paciente y la forma de movilizar su cuerpo nos puede orientar
al
tipo de dolor. Aquellos que permanecen inmóviles, por lo general
presentan cuadros peritoneales; mientras que los que buscan una mejor
posición movilizándose continuamente, sugieren dolor de
tipo cólico. Durante la inspección del abdomen, hay que
buscar la distensión abdominal, o la presencia de masas o lesiones.
El examen auscultatorio de la cavidad abdominal también es importante
con el objeto de determinar la presencia, ausencia o característica
propia de los ruidos intestinales. La auscultación del murmullo
vesicular para detectar procesos neumónicos basales. Finalmente,
la palpación de la pared abdominal debe ser en primer momento
superficial y por cuadrantes, comenzando en el que señaladamente
no hay dolor; luego continuar con la palpación profunda y posteriormente
buscar el dolor del rebote con simple percusión o haciendo toser
al paciente, pudiendo de esta forma localizarse la enfermedad de fondo.
Es importante recordar que el anciano puede presentar
cuadro de abdomen agudo sin presentar fiebre ni signos peritoneales,
sintiéndose
bien desde el punto de vista clínico, apenas detectándosele
taquicardia y oliguria, de allí la importancia del alto índice
de sospecha clínica que debe tener el médico tratante,
recordando también que el 60% de los ancianos padece de una enfermedad
crónica por lo que deben tenerse presente todos los factores de
comorbilidad que pueden agravar el pronóstico del paciente.
Pruebas de ayuda diagnóstica
Dentro de los exámenes de laboratorio que usualmente dan información,
el hemograma puede revelar elevación de la cuenta leucocitaria
con elementos jóvenes y el valor de la hemoglobina y hematocrito.
El examen de orina puede mostrar pus, sangre, pigmentos biliares, bacterias,
etc. El dosaje de amilasa sérica para detectar cuadros insospechados
de pancreatitis. Las pruebas de función hepática serán
realizadas de acuerdo a la historia clínica del paciente. Desde
el punto de vista radiológico, la radiografía de tórax
y abdomen simple deben ser practicadas, especialmente en pacientes en
los que el diagnóstico no es obvio, donde más de una sorpresa
puede alertar al facultativo. Las placas de abdomen simple deben hacerse
en posición supina y vertical y la placa del tórax en posición
de pie y lateral. Estas pruebas radiológicas pueden mostrar neumoperitoneo,
cálculos vesiculares o uretrales, niveles hidroaéreos,
fecalitos, desaparición de la sombra del psoas, etc. Otras pruebas
radiológicas con contraste son menos utilizadas y en todo caso
deben ser bien seleccionadas.
La ecografía y la tomografía axial computarizada del
abdomen se indican cada vez con más frecuencia, especialmente
para el diagnóstico de patología orgánica aguda,
como colecistitis, pancreatitis, diverticulitis, apendicitis, etc.
(12). La tomografía abdominal no solamente nos permite evaluar
el cuadro agudo, sino buscar condiciones comórbidas en ancianos
como la enfermedad vascular severa (aneurismas) y cualquier otra patología
concomitante.
La laparoscopía es otro procedimiento diagnóstico
que en algunas circunstancias es necesario realizar, reemplazando a
la
clásica laparotomía exploratoria que tiene mayor morbimortalidad.
En un buen porcentaje de los casos, la laparoscopía diagnóstica
puede convertirse en terapéutica y resolver la condición
aguda en el mismo acto operatorio.
Relación cirujano - paciente
Antes de tomar cualquier decisión de intervenir a un paciente
anciano, se recomienda mantener una amplia comuni- cación entre
el médico y el paciente, explicándole el motivo de la intervención
quirúrgica y en colaboración con los familiares. En este
sentido, debe tomarse todo el tiempo necesario para explicar los alcances
de la operación, haciéndole ver que el objetivo primario
es curar la enfermedad aguda, asegurándole una calidad de vida
digna.
Patologias frecuentes Algunas de las patologías más frecuentes por las que los
ancianos son operados son la apendicitis aguda, la colecistitis aguda,
la obstrucción intestinal. Por cierto que otros cuadros de abdomen
agudo pueden ser secundarios a enfermedad péptica gastroduodenal,
diverticulitis del colon o enfermedad vascular como aneurismas de la
aorta. Todos estos procesos usualmente son causas de abdomen agudo en
el anciano.
Los cuadros de Apendicitis Aguda se presentan en ancianos entre el 5
y 10%. En los últimos tiempos la frecuencia ha aumentado, observándose
una tendencia a disminuir en el joven. En los menores de 65 años,
la mortalidad es de 0.2%, mientras que en los mayores de 65 años
es de 4.6% (13-15).
El cuadro clínico en el anciano suele ser diferente al del joven.
Sólo el 50%, presenta dolor periumbilical que localiza posteriormente
en la fosa ilíaca derecha. Por lo general, el dolor tiende a ser
vago y hasta en 20% de los casos en mayores de 80 años no presentan
dolor abdominal, razón por la cual hay demora en el tratamiento
quirúrgico con cuadros establecidos de peritonítis. Otra
característica en el anciano es que usualmente no presenta fiebre
y la cuenta leucocitaria suele ser normal en más del 50% de los
pacientes. Pocas veces presentan náuseas, vómitos y anorexia.
Toda esta falta de sintomatología hace que estos pacientes sean
atendidos con demora no menor de 48-72 horas. De la misma forma, que
hay demora en la primera atención médica, también
existe demora en la decisión de operar (16). Las múltiples
experiencias señalan que la perfo-ración se produjo en
el 47% de pacientes de 60 - 65 años; en el 69% de pacientes de
70 - 75 años y en 71% entre 80 - 85 años. Otras publicaciones
señalan índices de perforación mayores de 90% en
pacientes mayores de 70 años. La mortalidad operatoria de apendicitis
perforada aumenta de 0% en menores de 50 años a 11% entre 50 -
70 años y a 32% en mayores de 70 años; por eso se recomienda
que ante la sospecha de abdomen agudo en el anciano, debe procurarse
definir el manejo quirúrgico en el tiempo más corto, valiéndose
de medidas auxiliares diagnósticas como la tomografía abdominal
que puede precisar el diagnóstico de apendicitis o de alguna otra
patología y definir la localización del apéndice,
lo que facilita el manejo quirúrgico (17,18).
En nuestra experiencia, la extirpación por vía
laparoscópica
es el procedimiento ideal por cuanto además de las ventajas conocidas
de menor dolor y alta temprana, se evitan complicaciones infecciosas
de la herida operatoria, y pulmonares, se disminuye el íleo paralítico,
evitando en un porcentaje importante de casos, las incisiones ampliadas
por localización anómala en el lado izquierdo del abdomen,
hipocondrio derecho o pélvica (2, 19).
Otro padecimiento frecuente es la Colecistitis aguda,
enfermedad del tracto biliar que es una de las causas más comunes
de dolor abdominal (30% de todas las operaciones abdominales en el anciano)
(20-24). Es
conocido que la presencia de litiasis vesicular aumenta con la edad,
lo mismo que la coledoco litiasis, la cual es de 30% en mayores de 70
años. Cualquiera que sea la patogenia de la litiasis vesicular, ésta
puede complicarse entre 40 y 60% en pacientes ancianos, comparado con
el 20% en los jóvenes. La gran mayoría de colecistectomías
abiertas en ancianos (70%) fueron operadas en condiciones de urgencia.
El dolor cólico puede irradiar a la espalda y sólo precede
al 50% de cuadros complicados. 25% de ancianos con colecistitis aguda
no tienen dolor abdominal, 30% sin fiebre o cuenta leucocitaria normal
y 50% no presentan Murphy. Como en cualquier cirugía de emergencia,
la morta- lidad post-operatoria en el anciano es por lo menos tres veces
mayor que en cirugía electiva, por lo que se tendrá mucho
cuidado en ancianos en los que se sospecha patología biliar aguda.
La presencia de litiasis coledociana aumenta el riesgo quirúrgico,
por lo que es conveniente dentro de lo posible extraer los cálculos
coledocianos por endoscopía en el pre- operatorio, lo cual puede
tener un resultado favorable en el 90% de los casos, evitando en lo posible
practicar esfinterotomía.
El tratamiento quirúrgico de la colecistitis
aguda debe realizarse por vía laparoscópica apenas compensado
el paciente en el más breve tiempo, para evitar una mayor mortalidad;
sin embargo, dadas las dificultades técnicas que se pueden presentar
en este grupo etario, la conversión a cirugía abierta va
de 20 a 50% sin aumento de la mortalidad.
Nuestra experiencia nos revela que la cirugía laparoscópica
definitivamente mejora el pronóstico de los ancianos con patología
biliar aguda, habiendo tenido pacientes de 96 años de edad con
gangrena vesicular que fueron operados por vía laparoscópica
con recuperación excelente (23,24).
La Obstrucción intestinal es otra patología frecuente
que requiere cirugía de urgencia en muchos casos. Alrededor de
2/3 de los ancianos operados corresponde a obstrucción intestinal.
50% de los pacientes fallecidos por esta patología son mayores
de 70 años. Dentro de las causas más frecuentes se encuentran
las adherencias (50%), hernias (15-20%), neoplasias (15-20%). Es importante
recordar que el tratamiento no operatorio de la obstrucción por
adherencias resulta exitoso en el 75% de los casos en las primeras 24
-72 horas. De prolongarse la espera, la incidencia de complicaciones
es alta; sin embargo, es importante tener presente que el 34% de los
pacientes obstruidos requirieron tratamiento quirúrgico y tuvieron
recurrencia 35% a 4 años y casi el 50% a 10 años (25, 26).
En la experiencia del Hospital Cayetano Heredia, comparando
el abdomen agudo en mayores y menores de 60 años en 250 pacientes,
la morbimortalidad aumentó significativamente en los mayores de
60 (74% y 5.13%), en cambio en los menores de 60, la morbimortalidad
fue de 32% y 0.95%.
Dicho estudio se concentró sobre las tres patologías más
frecuentes: colecistitis (70%), obstrucción intestinal (45%) y
apendicitis (7%). En este estudio se determinó que la comorbilidad
fue de 45% y los antecedentes patológicos 66% (16). Además
de las adherencias como factor causal de la obstrucción, el cáncer
colorectal es la segunda causa presentándose como emergencia en
el 30% de los casos. La mortalidad operatoria es del 18-40% a diferencia
de cirugía electiva de 3.4 - 5%. (25).
El tercer grupo de patología de obstrucción
intestinal está dado por las hernias que pueden ser inguinales,
ventrales, femorales y umbilicales, las cuales deberían ser operadas
en forma electiva y ambulatoria. Lamentablemente, un alto porcentaje
de pacientes
llega con obstrucción intestinal. La mortalidad en hernias operadas
de emergencia oscila entre 8 y 14% debido a que en el 30% de los casos
requieren resección intestinal.
Estos resultados obligan a replantear la cirugía electiva en todo
adulto mayor al que se le encuentra hernias en la pared abdominal, por
cuanto la cirugía con anestesia local y en forma ambulatoria es
de tan alto grado de seguridad que permite disminuir importantemente
el riesgo de una obstrucción intestinal.
Comentarios Finales
Debo enfatizar que si bien es cierto que el abdomen
agudo en los pacientes mayores de 60 años se presenta con mucho
menor frecuencia que en el grupo menor de 60 años, a estos pacientes
se les debe considerar de alto riesgo por las limitaciones de su propia
fisiología y
por cuanto un alto porcentaje de ellos presenta una o más condiciones
comórbidas que requieren ser reconocidas antes de la intervención
quirúrgica para evitar el incremento de la morbimortalidad.
Recordar que los ancianos toleran muy bien la cirugía mayor, teniendo
cuidado con todos los aspectos relacionados a manejo antibiótico,
hidratación, nutrición y apoyo emocional (27-30).
Finalmente, dentro de los factores pronósticos
de Reiss se encuentran la edad mayor de 80 años ASA III, neoplasia
inoperable, peritonitis generalizada, tumor de páncreas; dos o
más de estos factores
ominosos tienen una mortalidad mayor de 50%, remarcando también
que la demora en intervenir quirúrgicamente aumenta significativamente
la morbimortalidad.
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(*)Profesor Principal de Cirugía
de la Facultad de Medicina Alberto Hurtado - Universidad Peruana
Cayetano
Heredia (UPCH), Clínica San Felipe, Lima-Perú
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