Síndrome de Intestino Irritable, ¿o síndrome de intestino con hiperalgesia y dismotilidad?

Dr. Raúl León-Barúa (*)

En una publicación reciente sobre los transtornos digestivos llamados “funcionales”, sugerí que un nombre más apropiado que “síndrome de intestino irritable” (SII) pudiera ser “síndrome de intestino con hiperalgesia y dismotilidad” (SICHYD) (1). En el presente ensayo voy a tratar de fundamentar esa sugerencia.

En biología se cataloga de irritable a todo aquello que posee la cualidad de la irritabilidad; y se denomina irritabilidad a la propiedad que posee una célula o un organismo de reaccionar frente a excitaciones externas (2).

Revisando la historia de la Medicina, se encuentra que el gran profesor suizo Albrecht Haller (1708-1777) (3) consideraba a la irritabilidad y la sensibilidad como fenómenos fundamentales de la vida animal. Antes, el inglés Francis Glisson (1597-1667) (3) había dicho que la irritabilidad es la cualidad general del organismo animal de verse afectado por las influencias del mundo circundante. Pero, los conceptos de Haller (3) fueron más precisos: Para él, la irritabilidad constituía la cualidad de ciertos órganos, sobre todo los músculos, de responder con contracciones a estímulos mecánicos, térmicos, químicos y eléctricos; la irritabilidad no era, pues, simplemente elasticidad, o sea, la propiedad que tienen los músculos y otros tejidos de dejarse distender al ser traccionados y de recuperar sus dimensiones iniciales cuando la tracción cesa. Y en lo que respecta a la sensibilidad, ésta consistía en la capacidad propia de la substancia de los nervios de transmitir sensaciones. Tanto la irritabilidad como la sensibilidad eran funciones vitales, esto es, que no podían ser explicadas sólo física o químicamente.

William Cullen (1710-1790) (3), escocés, defendió que todos los órganos están sometidos a la influencia de los nervios, influencia que da origen al tono. Si la influencia aumenta se produce espasmo, y si disminuye, atonía. Consecuentemente, las enfermedades en su totalidad serían causadas por defectos del sistema nervioso, y su tratamiento consistiría en corregir esos defectos.

John Brown (1735-1788) (3), también escocés, dio un paso más adelante al afirmar que lo importante no es la fuerza de los nervios sino los estímulos que actúan sobre ella. Para Brown (3), ciertamente existía la irritabilidad, que tenía su sede en los nervios y músculos y que provocaba las apariencias vitales. Pero la irritabilidad se originaba bajo la influencia de estímulos que podían ser externos o internos; así, los afectos también originarían estímulos. Estímulos apropiados darían lugar a normalidad; pero, estímulos demasiado fuertes, a enfermedades de “plus”, y demasiado débiles, a enfermedades de “minus”. Además, aunque la enfermedad empiece localmente, puede terminar por difundirse. Y el tratamiento, radica en ejercer acciones sobre estímulos demasiado intensos o demasiado débiles.

Como se ve, Cullen y Brown (3) se alejaron poco a poco de la relación conceptual directa con la irritabilidad, al estar más preocupados por la fuerza nerviosa y los estímulos que actúan sobre ésta.

Los primeros en usar la denominación SII pueden haber sido Peters y Bergen (4,5) en 1944. Algo después, Apley y Naish (6) describieron el “dolor abdominal recurrente” en niños, condición que luego fue interpretada como el SII de la niñez; interpretación que fue apoyada por varios autores (5).

Aunque no se han podido precisar en forma clara los transtornos de la motilidad que dan origen al así llamado SII, se sabe positivamente que la sensación de distensión y el dolor abdominales que lo caracterizan tienen como factor determinante de importancia un incremento en la sensibilidad dolorosa a la distensión de asas intestinales (7). Se ha sugerido, además: a) que el dolor pudiera deberse también a zonas intestinales con hipersegmentación (y consecuentemente con aumento de presión local) o con distensión por acumulación de contenido detrás de asas hipersegmentadas (8) (todo lo cual se sumaría a la hipersensibilidad dolorosa antes mencionada); b) que el índice de motilidad rectosigmoidea pudiera estar aumentado en el estreñimiento y disminuído en la diarrea, aunque esto no ha podido ser confirmado inobjetablemente(9); y c) que cuando hay estreñimiento crónico, la frecuencia de los movimientos peristálticos del colon disminuye marcadamente (10).

Si tomamos en cuenta todo lo dicho, en el SII existe sin lugar a dudas incremento en la sensibilidad dolorosa a la distensión de asas intestinales, lo cual puede ser calificado como hiperalgesia. Lo que no puede ser considerado simplemente un estado de irritabilidad es la presencia ya sea de hiper- o de hipoactividad motora del intestino, porque el nombre de irritabilidad, como puede deducirse de la definición que mencionamos al inicio del presente ensayo, se referiría sólamente a la hiperactividad.

Con el nombre de SII, dado en 1944 al transtorno que nos ocupa, se retrocedió en terminología al siglo XVIII. Pero eso, por sí solo, no me preocuparía en absoluto. Efectivamente, muchas veces sabios del pasado han evaluado problemas con más lucidez y acierto que científicos del presente. Un ejemplo notable es el convencimiento de Galeno (129-199 d.C.) (11) de que estructura y función (lo anatómico y lo fisiológico) son sólo dos aspectos de lo mismo; y ahora, a pesar de nuestras críticas bien fundamentadas a la clasificación de los transtornos de salud en general, y sobre todo de los transtornos digestivos, en “orgánicos” y “funcionales” (1,12), se le sigue empleando imperturbablemente.

Para concretar, pienso que el SII no es un transtorno “funcional” sino simplemente un transtorno cuyos factores determinantes, de cualquier tipo a que pertenezcan, deben ser dilucidados, y cuya denominación debería ser cambiada de SII a “síndrome de intestino con hiperalgesia y dismotilidad” (SICHYD).

Bibliografía

  1. León-Barúa, R. Enjuiciamiento crítico de los transtornos digestivos funcionales, avances en su estudio y propuestas para ulteriores desarrollos. Diagnóstico, 2003;42(5 y 6):239-43.
  2. Diccionario Enciclopédico Larousse. Quinta edición, 2da. reimpresión. Ediciones Larousse, Santafé de Bogotá, Colombia, 1999; 571.
  3. Sigerist, H.E. Los grandes médicos. Historia biográfica de la medicina. Traducción del alemán por F. Arasa y M. Scholz Rich. Editorial Azteca S.A., México, 1955;131-41.
  4. Peters, G.A; Bargen, J.A. The irritable bowel syndrome. Gastroenterology, 1944;3:399-402.
  5. Fielding, J.F. The irritable bowel syndrome. Part I: Clinical spectrum. Clin Gastroenterol, 1977;6(3):607-22.
  6. Apley, J; Naish, N. Recurrent abdominal pains: a field survey of 1,000 school children. Arch Dis Child, 1958;33:165-7.
  7. Mertz, H. Altered CNS processing of visceral pain in IBS. In: Irritable bowel syndrome. Diagnosis and treatment (Ed. Camilleri, M., Spiller, R.C.). W.B. Saunders. Elsevier Science Limited, Edimburgh, U.K., 2002;55-68.
  8. Misiewicz, J.J. Human colonic motility. Scand J Gastroenterol, 1983;19(Suppl. 93):43-51.
  9. Thompson, W.G. and the Working Team for Functional Bowel Disorders. In: The functional gastrointestinal disor- ders (Ed. Drossman, D.A., Richter, J.E., Talley, N.J., et al.) Little, Brown and Company, Boston, 1994;115-73.
  10. Kreis, M.E; Enck, P; Grundy, D. The role of dysmotility in the pathogenesis of chronic constipation. Motility. Clin Perspect in Gastroenterol, 1999;46:11-3.
  11. García Ballester, L. Galeno en la sociedad y en la ciencia de su tiempo. Ediciones Guadarrama, Madrid, 1972;73.
  12. León-Barúa, R. Editorial: The classification of digestive problems into “organic” and “functional” should be abandoned. J Clin Gastroenterol 1991;13(1): 8-10.

(*) Profesor Emérito, Investigador, Profesor de la Escuela de Postgrado “Victor Alzamora Castro”, Universidad Peruana Cayetano Heredia.