¿Debemos continuar usando el índice de Masa Corporal como un factor de riesgo vascular?
María Grazia Franzosi
The Lancet 2006;368:624-625
Empieza refiriéndose a un artículo de Abel Romero-Corral y col. publicado en la misma edición de Lancet (Lancet 2006;368:666-678) que reportan una revisión sistemática y meta-análisis de todos los estudios disponibles que examinan la asociación entre el peso corporal y la mortalidad en general, la mortalidad cardiovascular, y otros eventos cardiovascula-res, incluyendo más de 250,000 pacientes con enfermedad coronaria establecida.
Romero-Corral y sus colegas utilizaron el Índice de Masa Corporal por ser la medida más común de la obesidad.
El meta-análisis incluye 40 estudios prospectivos con resultados no uniformes.
Para pacientes con enfermedad coronaria establecida y con seguimiento promedio de 3.8 años, un bajo IMC estuvo fuertemente asociado con un aumento de la mortalidad y eventos cardiovasculares en relación a los sujetos de peso normal. Los pacientes con sobrepeso estuvieron constantemente asociados con una mejor supervivencia y menos eventos cardiovasculares que los pacientes con IMC normal.
La obesidad estuvo asociada con un aumento de la mortalidad total sólo en pacientes con historia de revascularización coronaria y la obesidad severa, estuvo asociada con la mayor mortalidad cardiovascular pero no con incremento de la mortalidad total.
Estos resultados son consistentes con varios estudios sobre la asociación entre el IMC y la mortalidad en pacientes sin evidencias de enfermedad coronaria. Por lo tanto hay que preguntarse: ¿Es el debate sobre la relación entre el IMC y la mortalidad inútil? ¿Debemos sólo preocuparnos de la prevención de la obesidad severa?.
La obesidad es el sexto factor más importante contribuyente a la carga de la enfermedad en el mundo. En el momento actual un millón cien mil adultos y 10% de los niños tienen sobrepeso e incluyen a 312 millones que son obesos, lo que lleva a una expectativa de vida reducida por la enfermedad cardiovascular, la diabetes y el cáncer. Un defecto paradójico de la protección que confiere la obesidad ha sido reportado en pacientes con revascularización coronaria (Am J Cardiol 2002;90:40-45).
Algunos estudios sugieren la medición de la obesidad abdominal es mejor en la predicción que el IMC. En el estudio INTE RHEART (Lancet 2004;364:937-952) se tomaron cuatro diferentes medidas de la obesidad: IMC, relación cintura-cadera, medida de la cintura y medida de la cadera y se relacionaron con el riesgo de infarto del miocardio. En todos los grupos étnicos la relación cintura-cadera fue el mejor factor de predicción del infarto del miocardio.
El IMC no mide la grasa visceral que es la llave de las anormalidades metabólicas que contribuyeron al riesgo vascular.
La composición corporal puede jugar un rol en el riesgo cardiovascular.
Puede haber diferencias sustanciales en los porcentajes de la masa constituida por la grasa y la masa muscular.
El seguimiento se limitó a 3.8 años que es insuficiente para detectar el efecto total del sobrepeso. Es probable que el efecto completo de la obesidad sobre la mortalidad cardio vascular comience sólo después de 15 años o más.
La pregunta es: ¿Debe ser el IMC dejado definitivamente de lado como medida clínica y epidemiológica de riesgo cardiovascular?.
La incertidumbre no debe significar abandonar la política de prevención contra el exceso de peso corporal.
Rolando Calderón Velasco
Profesor Emérito de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.
Académico de Número de la Academia Nacional de Medicina.
|