Aplicación del Test de Moffitt validado en adolescentes mujeres con trastornos de conducta de inicio temprano y en conflicto con la ley Miguel Oliveros Donohue (1), Daniel Kawashita Okuyama. (2), Armando Barrientos Achata (3) Resumen Se estudiaron los trastornos de conducta iniciados a temprana edad en 69 adolescentes del Centro Juvenil Santa Margarita, usando el test de Moffitt validado, para conocer la frecuencia con que se presenta la sintomatología antes de los 10 años. Ellas tenían penas privativas de la libertad por haber infringido la ley, 48 (69,7%) procedían de distritos de Lima y 21 (30,4%) de provincias. El inicio de los trastornos de conducta antes de los 10 años se presentó en 18.8% en promedio en las adolescentes estudiadas, predominando en las limeñas. El vínculo familiar débil, los trastornos neuropsicológicos y el abandono del hogar fueron las variables predominantes con incidencias que superaban el 50%. La regresión logística en la población total solo reveló diferencias estadísticamente significativas con la agresión frecuente y venganza sin sentimiento de culpa. Palabras clave: Test de Moffitt, adolescentes mujeres, trastornos de conducta de inicio temprano, conflicto con la ley. Summary Key words: Moffitt Test, female adolescents, early behavior problems, law conflict. Introducción La conducta de riesgo del adolescente se ha convertido en un problema de Salud Pública en nuestro país, como le da sustento el 13% de embarazos, la existencia de más de 3,000 jóvenes privados anualmente de libertad en algún grado, y sentenciados a permanecer en Centros Juveniles además de la elevada cifra de niños y adolescentes que dejan las aulas o repiten anualmente (1-2). Los problemas de conducta se manifiestan de diversas maneras y en diferentes entornos, llámense hogar, escuela, comunidad. En general, el desarrollo infantil normal es bastante armónico, existiendo un paralelismo en las diversas áreas del desarrollo, que permiten que el niño o adolescente se adapte fácilmente a las exigencias de su medio ambiente y que su conducta sea en general, relativamente predecible. Pero, existe un grupo relativamente importante de la población infantil, en quienes este desarrollo armónico no se da, lo que determina estilos cognitivos y conductuales diferentes (3-5). Con la llegada de la adolescencia, las formas de pensamiento evolucionan gracias a la combinación de factores neurológicos y ambientales. El pensamiento deja de ser “concreto” para dar paso a uno abstracto. David Elkind describió comportamientos y actitudes que pueden surgir de las aventuras no experimen-tadas por los jóvenes en el pensamiento abstracto (3). Además de los cambios a nivel de pensamiento, la adolescencia tiende a ser una etapa de conflicto entre el idealismo y la realidad. Los adolescentes buscan valores de propios pero a menudo, no reconocen la diferencia entre expresarlos, tener la madurez de aceptarlos y perseverar en ellos (4). La conducta de los jóvenes se caracteriza por un despertar de emociones y desafíos, “fascinación del riesgo de no respetar principios de autoridad y normas sociales establecidas”, en aras de la autoafirmación del Yo y destacar entre sus pares. Los factores de riesgo pueden motivar cambios en esta etapa de la vida, al participar ellos en actividades que pueden comprometer su salud física y mental. En la práctica, se ve que varias de estas conductas son de carácter exploratorio por influencia de sus pares o del entorno en que viven. Otras veces sin embargo, estos cambios acompañan a la conducta violenta que en muchos de ellos se establece, comportándose impulsivamente, quebrantando leyes, generando odio, venganza o temor, atentando contra el derecho de las personas, su integridad, con riesgo físico y psicológico muchas veces irreversible (5). Es importante establecer las principales diferencias entre el trastorno de conducta de inicio precoz y tardío, su influencia en el desarrollo futuro del trastorno antisocial de la personalidad y las peculiaridades en cada sexo como lo ha señalado Moffitt (6-7). Estas razones han motivado el presente estudio que tiene como objetivo investigar con el test de Moffitt validado la frecuencia con que se inician en nuestras adolescentes los trastornos precoces de conducta y los factores asociados. Métodos Muestra Se entrevistaron 69 adolescentes del Centro Juvenil Santa Margarita, sentenciadas con penas privativas de la libertad por haber infringido la ley, 48 (69,7%) procedían de distritos de Lima y 21 (30,4%) de Provincias. Se les informó sobre el estudio que deseábamos realizar y se dejó abierta la posibilidad de participación voluntaria. Se solicitó permiso de la Directora de la institución, a quien se le informó en detalle la naturaleza y fines del estudio. Instrumento Utilizando como instrumento el Test de Trastornos de Conducta de inicio temprano de Moffitt, modificado (6), nos reunimos con psicólogos de la institución para evaluar los diferentes ítems consignados, elaborar la definición de variables, y la manera como se debían hacer las preguntas. El Test consta de 22 preguntas, las que exploran patrones de conducta en diversos ámbitos, tres de ellas referidas a trastornos de inicio antes de los 10 años de edad. Las preguntas debían ser contestadas afirmativa o negativamente. Había preguntas sobre los primeros años de vida en el hogar, la conducta en la escuela, actitudes reñidas con normas sociales y con la ley, impulsividad, agresión y violencia lindante con la crueldad. Con las variables que indicaban trastornos de conducta antes de los 10 años, se construyó un indicador de ocurrencia temprana. Las variables escogidas fueron: historia de “pataletas” en la infancia, tendencia a la mentira y haber robado más de una vez de niño. Se estudió la asociación de las variables restantes con el indicador de ocurrencia antes de los 10 años de edad. Validez La validez se refiere al hecho de medir “verdaderamente” lo que se desea medir, por lo que consideramos fundamental validar el instrumento. Además de la validación por expertos, se validó el instrumento con la medida del coeficiente de correlación de Cronbach que evalúa la homogeneidad interna del test (8). Debido a que las preguntas serían contestadas en forma binaria “Si”, o “No” también se validó el instrumento con el coeficiente de Kuder-Richardson o Fórmula 20 (9). Se agregó estos procedimientos a la validación por expertos, que trabajaban más de diez años con esta población de adolescentes en conflicto con la ley. Para el análisis estadístico se utilizó el Software SPSS v. 10. Se estudió la frecuencia porcentual de las variables en la población total (n=69) y la asociación estadística del inicio temprano de trastornos de conducta con las diferentes variables del cuestionario en la población total. Resultados El coeficiente alfa de Cronbach fue de 0,87 lo que significa que el instrumento tiene adecuada homogeneidad interna, que las variables se interrelacionan entre sí y que son coherentes. Al inter-correlacionarse las variables estamos chequeando los objetivos psicosociales en el intento de desarrollar un índice unidimensional. La Q de Richardson tuvo un valor de 0,88, lo que indica que la correlación entre los ítems es adecuada. El vínculo familiar débil, los trastornos neuropsicológicos, fuga del hogar y el abandono de la escuela fueron las variables predominantes con incidencias que superaban el 50%. El inicio de los trastornos de conducta antes de los 10 años se presentó en cerca del 18,8% de las adolescentes estudiadas. Las variables con mayor incidencia en el estudio univariado de la población total, no mostraron significancia estadística de asociación. En el estudio bivariado (Tabla 2), encontramos diferencias estadísticamente significativas de asociación entre el inicio temprano de los trastornos de conducta en la población total de adolescentes mujeres con las variables agresión y peleas frecuentes, relación social mala, impulsividad y temperamento sin control, indisciplina hacerse la vaca y consumo de drogas. La regresión logística (Tabla 3), solo muestra diferencias estadísticamente significativas, de asociación de trastornos de conducta de inicio antes de los 10 años en la población total de adolescentes mujeres, con las variables agresión frecuente y venganza sin sentimiento de culpa. Discusión La delincuencia juvenil no es un tipo diferente de delincuencia sino que el infractor es un joven al cual la sociedad por intermedio del Estado tiene que dar un tratamiento especial en búsqueda de su rehabilitación. De lo anterior se desprende que, el Estado debe procurar la educación, tutela y protección de la juventud, antes que la simple sanción penal que se aplica a los adultos. A través de los diversos estudios efectuados en nuestra institución, se ha ido elaborando un perfil de los adolescentes de ambos sexos, sentenciados con penas privativas de la libertad por el poder judicial (5, 10-11, 17-18). A pesar de las distintas infracciones cometidas, con algunas variantes, podemos decir que el adolescente infractor se socializa de manera bastante similar y que esta socialización incorrecta repercute en un patrón de conducta que muestra un perfil común. Es importante conceptuar que muchas de estas jóvenes carecen de los principales agentes socializadores durante la niñez, llámense ausencia física o conducta disfuncional de los padres y más adelante deserción escolar; dejando como modelos a seguir durante la adolescencia al entorno, pares, medios masivos, etc. La socialización incorrecta que ellas desarrollan, las privan de aprender valores y normas, así como el sentido de quiénes son y a dónde pertenecen. La socialización inadecuada influirá en la personalidad y el comportamiento social impropio que las acompañará toda su vida. Ellas tienen amigos delincuentes, pasan muchas horas del día en la calle, han tenido problemas académicos por lo que decidieron abandonar la escuela, consumen drogas, usan con frecuencia la violencia e inician a temprana edad su vida sexual practicando “sexo inseguro” (10-11). Se ha postulado que la edad de inicio de los trastornos de conducta (TC) es un factor de predicción de la continuidad de los mismos (6-7). De hecho, en el DSM-IV se distingue entre el TC de inicio precoz o en la adolescencia. El primero se caracteriza por su inicio antes de los 10 años, aunque se puede presentar a una edad tan temprana como los 3 años, y estas niñas usualmente cumplen criterios para el trastorno oposicionista de la conducta (TO). La presencia de trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) también se ha asociado a un inicio precoz del trastorno de conducta (12, 13). Por otra parte, Moffitt y col. (6), sugirieron diferenciar entre comportamiento antisocial que dura toda la vida y el limitado a la adolescencia, señalando que esas categorías no tenían la intención de superponerse a las categorías del DSMIV, aunque de hecho lo hacen y las semejanzas son evidentes. El subtipo de inicio temprano (antes de los 10 años), es predecido por algunas características temperamentales como la impulsividad y algunos déficits neuro-psicológicos como dificultad para la lectura, déficit de atención o bajo cuociente intelectual, un proceso de bola de nieve en el cual varios círculos viciosos sujeto-ambiente se establecerían llevando al fallo escolar y al rechazo de sus compañeros de clase, hechos que pudieran finalmente desembocar después de los 18 años, en el desarrollo de un trastorno de personalidad antisocial (TAP). Es más frecuente en hombres y su persistencia en el adulto se debería, al menos parcialmente, a la acumulación de las consecuencias de su comportamiento antisocial (6,14). En nuestro estudio se encontró en el 18,8% de la población total de adolescentes. Tienden a ser más impulsivas, a hacerse crónica esta conducta y a tener mala adaptación de adultos. Además, frecuentemente se relacionan con la criminalidad. De hecho, los trastornos de conducta de inicio precoz, se acompañan de historia de problemas de comportamiento, neuro-cognitivos y del temperamento, así como el antecedente de mala educación por parte de los padres. El subtipo de inicio en la adolescencia está conformado por adolescentes que presentan comportamientos antisociales que no se suelen prolongar más allá de la adolescencia y que tienen un rol adaptativo de acuerdo al medio social en que viven, donde es muy frecuente mostrar un “estilo rebelde” que se opone a las jerarquías tradicionales del mundo de los adultos (15). En este trabajo se encontró en el 71,2% de nuestras adolescentes. El comportamiento que infringe las leyes en este grupo, se da cuando están con sus compañeros de pandilla, para demostrar “autonomía” sobre el control de los padres. Los trastornos de conducta de la adolescencia son casi normativos y relativamente temporales (5). En este estudio, al inicio de trastornos tempranos de conducta en orden correlativo se asociaban con valores estadísticamente significativos: problemas de conducta como mentira y robo frecuentes antes de los 10 años, malas relaciones sociales acompañadas de impulsividad y temperamento no controlado, problemas escolares, consumo de drogas y delincuencia con violencia. En un estudio previo, en varones del Centro Juvenil Lima prevalecieron los problemas académicos, los amigos delincuentes y el consumo de drogas (17). El vínculo familiar débil con cifras similares, cercanas al 70%, se tradujo muchas veces en abandono del hogar encontrado en el 52,2% de ellas en promedio, o en malas relaciones sociales en la tercera parte, que explican la inadecuada socialización manifestada con frecuencia en conducta violenta de agresiones, peleas, venganza sin remordimiento y a veces delincuencia con violencia. En un estudio efectuado en varones (18), se encontró un vínculo familiar débil en el 40% de adolescentes con un primer ingreso y en 60% de los reincidentes, cifras similares señalaban la fuga del hogar y las malas relaciones sociales, las que se reflejaban en el 36,8 % de agresiones, peleas y sentimientos de venganza sin remordimiento, mientras que en los reincidentes las cifras superaban el 60%. Con respecto a escolaridad, el 52% de nuestras jóvenes abandonó la escuela, 45% faltaba a clases sin razón justificada y el 42% tenía pobre rendimiento académico. En estudios previos entre los varones institucionalizados, alrededor del 50% abandonó la escuela, una cifra similar tenía mala conducta, faltaba a clases y mostraba pobre rendimiento académico (10). Una característica de esta población son los problemas neuro-psicológicos expresados por la dificultad para la lectura, escritura y matemáticas. Del mismo modo, investigaciones previas han demostrado la existencia de ciertas características en el individuo y en el ambiente que predisponen el consumo de drogas; (22) entre ellas se pueden mencionar: 1) bajo control de los impulsos y una tendencia a buscar sensaciones fuertes en lugar de evitar peligro (que puede tener una base bioquímica y se puede manifestar desde el jardín de infantes), 2) la influencia de la familia (como una predisposición genética al alcoholismo, el uso o la aceptación del consumo de drogas por parte de los padres, prácticas de paternidad deficientes o inconsistentes, conflictos en la familia, relaciones distantes o conflictivas con la familia y no vivir con los dos padres biológicos o adoptivos), 3) temperamento “difícil”, 4) problemas de comportamiento tempranos y persistentes, particularmente la agresión, 5) fracaso académico y falta de compromiso con la educación, 6) rechazo de los compañeros, 7) vinculación con consumidores de drogas, 8) discordia y rebeldía, 9) actitudes favorables hacia el uso de drogas. Un informe reciente del Ministerio del Interior británico (23), entre jóvenes de 10 a 24 años analiza, la relación entre drogas y violencia. Destacan dos resultados. Uno: entre los consumidores habituales de drogas, el 62% (dos terceras partes) había cometido algún delito a lo largo del último año previo a la encuesta. Entre los jóvenes que habían cometido un delito o falta, un 59% habían tomado drogas a lo largo del último año y solo un 19% no habían consumido. En términos de probabilidad se puede decir que por cada joven que delinque y no consume drogas hay 4,62 jóvenes que sí lo hacen. Los factores de riesgo del comportamiento violento y del consumo de drogas son los mismos y son compartidos por los agresores. Son bien conocidos los efectos intensos de las drogas en el estado psíquico del agresor (en especial la cocaína) que provocan el descontrol emocional, el aumento de la agresividad, y la pérdida del control racional del comportamiento. Dificultar el consumo inicial de drogas, o interrumpirlo cuanto antes, además de la educación pueden ayudar a evitar que los y las adolescentes, en la escuela, inicien un camino de consumo de drogas con la consiguiente y probable aparición de comportamientos violentos más o menos graves que lastren su futuro desarrollo, crecimiento personal e integración social como ciudadanos pro-sociales. La regresión logística solo mostró diferencias estadísticamente significativas de asociación de trastornos de conducta con las variables agresión frecuente y venganza sin remordimiento, ambas expresión de violencia. Uno de los factores de riesgo que motiva la infracción de las leyes es frecuentar amigos delincuentes. En esta investi-gación hemos encontrado que el 46,4% tenían amigos delincuentes. Es necesario tener en cuenta que muchos de estas jóvenes provienen de familias disfuncionales o monoparentales, donde los lazos establecidos y el tiempo dedicado entre padres e hijos es pobre o nulo desde la niñez hasta la adolescencia. Según investigaciones sobre la relación padres- pares y delincuencia llevadas a cabo por Mark Warr (24), se encontró que la directa e indirecta supervisión de los padres y la cantidad de tiempo que los adolescentes pasan con su familia se relaciona con la clase de amigos que los adolescentes adquieren, y tiene un moderado o fuerte efecto neutralizador hacia las influencias de los pares. En contraste, el apego hacia los padres no parece tener un efecto directo con la delincuencia o la influencia de amigos delincuentes pero sí en la selección del tipo de amistades (25). En un estudio previo efectuado en 500 adolescentes infractores de nuestros Centros Juveniles (5) en relación con el párrafo previo, el 60.1% de los adolescentes encuestados tenían padres separados por lo que se puede esperar que las actividades familiares sean escasas o nulas, el 10.9% vive en la calle (no hay interacción con los padres) y 25.2% pertenecen a bandas o pandillas. Ante la ausencia de un núcleo familiar funcional, es de esperarse que los jóvenes busquen formar unidades familiares con los amigos de la calle, donde se van creando exigencias y responsabilidades entre ellos. Moffitt y col. (6-7) en su estudio de Dunedin encontraron que en el caso de las jóvenes con conductas delincuenciales, ellas establecían vínculos afectivos con hombres delincuentes y además participaban conjuntamente en actos delictivos, haciendo cada vez más fuerte la permanencia de estas conductas. La violencia juvenil es una de las formas de violencia más visibles en la sociedad. En todo el mundo, los periódicos y los medios de radiodifusión informan diariamente sobre la violencia juvenil de pandillas, en las escuelas y en las calles. En casi todos los países, los adolescentes y los adultos jóvenes de ambos sexos, son tanto las principales víctimas como los principales perpetradores de esa violencia (20). En el caso de las adolescentes es frecuente el abuso físico y sexual, habiéndose reportado en nuestra institución 20% de antecedente de violación (10, 26). Castañeda (27) en su estudio menciona que en nuestro país la madre maltrata con mayor frecuencia a las hijas que los padres. El correctivo que se utilizaba era variado, yendo de menor a mayor tenemos casos en los que se utilizaban gritos e insultos seguido de encierros o supresión de algún gusto; o aquellos en los que se les pegaba no solo con alguna parte del cuerpo, sino también con algún objeto y éste dejaba huellas en el cuerpo de la menor. Se encontró también que las mujeres recordaban los castigos físicos con amenazas de muerte o abandono. La ENDES 2000 confirma la frecuencia de conductas violentas, las que se acentúan más en madres adolescentes (30). La violencia juvenil daña profundamente no solo a las víctimas, sino también a sus familias, amigos y comunidades. Sus efectos se ven no solo en los casos de muerte, enfermedad y discapacidad, sino también en la calidad de vida. La violencia que afecta a los jóvenes incrementa enormemente los costos de los servicios de salud y asistencia social, reduce la producti vidad, disminuye el valor de la propiedad, desorganiza una serie de servicios esenciales y en general socava la estructura de la sociedad. No se puede considerar el problema de la violencia juvenil aislado de otros comportamientos problemáticos. Las jóvenes violentas tienden a cometer una variedad de delitos; además, a menudo presentan también otros problemas, tales como el ausentismo escolar, el abandono de los estudios y el abuso de sustancias psicotrópicas, y suelen ser mentirosas compulsivas, conductoras imprudentes y estar afectadas por tasas altas de enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo, no todas las jóvenes violentas tienen problemas significativos además de su violencia, ni todas las jóvenes con problemas son necesariamente violentas (28). Hay conexiones cercanas entre la violencia juvenil y otras formas de violencia como el estrés post-traumático. Por ejemplo, presenciar actos violentos en el hogar o sufrir abuso físico o sexual puede condicionar a los niños o adolescentes de tal modo que consideren la violencia como un medio aceptable para resolver sus problemas (24, 25). La exposición prolongada a conflictos armados también puede contribuir a crear una cultura general del terror, que aumenta la incidencia de violencia juvenil (26-28). Conclusiones Los trastornos de conducta iniciados a temprana edad en adolescentes mujeres en conflicto con la ley, detenidas en el Centro Juvenil Santa Margarita al ser estudiados con el test de Moffitt se han expresado con agresión frecuente y venganza sin sentimiento de culpa. Estas variables independientes han mostrado asociación significativa con la variable dependiente construida con historia de “pataletas” en la infancia, tendencia a la mentira y haber robado más de una vez de niño. El inicio de los trastornos de conducta antes de los 10 años se presentó en promedio en el 18,8% de las adolescentes estudiadas. El vínculo familiar débil, los trastornos neuropsicológicos, la fuga del hogar y el abandono escolar fueron las variables predominantes con incidencias que superaban el 50% en promedio en la población total. Bibliografía
1Profesor Principal de Pediatría, Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) Lima. Miembro del Programa de Capacitación para la Atención Integral de las Víctimas de la Violencia. Facultad de Medicina UNMSN, Lima. |
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