Ética profesional en medicina
El tema de la ÉTICA PROFESIONAL EN MEDICINA cobra hoy una renovada y singular importancia. El problema es que el tema en cuestión ha sido tratado una y otra vez a lo largo de los últimos 20-25 años, concitando el interés de los colegas quienes asisten entusiasmados a simposios, conferencias, congresos, foros y charlas de Ética y Bioética a lo largo y ancho del país, aprueban lo que escuchan, discuten, opinan, plantean sus puntos de vista, muy valiosos con frecuencia, para acabar muchas veces comportándose con prescindencia parcial o total de los aspectos éticos de nuestra profesión. Lo anterior sucede no sólo en nuestro país sino también en todo el resto del planeta, lo cual no nos sirve de consuelo alguno.
Vale, por tanto, plantearse la gran interrogante ¿es verdaderamente la Ética enseñable o se la trae uno ya desde el hogar o desde los primeros años de vida cuando el ser humano es aún “modelable” y resulta posible formarlo en principios y valores que serán ejercidos a lo largo de toda la vida personal y profesional? Viejo dilema ya planteado por Sócrates en la Atenas clásica. Interrogante, por lo demás, a la cual no se ha dado una respuesta definitiva, existiendo partidarios y críticos de cada posición casi igualmente repartidos en ambos bandos. Pensamos, sin embargo, que los grandes temas de la ÉTICA han de tratarse, decirse y repetirse, insistiendo tenazmente en ellos, sea cual sea la edad, condición socio-económica o estado, en nuestro caso, del profesional de salud y, especificamente, del médico.
Recordemos que el término médico proviene probablemente de la voz “medis” o “medes”, utilizada por los etruscos en Etruria, en el centro de la península itálica, antes de ser dominados por Roma. “Medis” (medes) designaba a un personaje apreciado, querido y respetado en esa antigua comunidad: se le consideraba un verdadero mediador entre las divinidades y los seres humanos. Este personaje especial se dedicaba a curar a los enfermos, a reconfortar, consolar y ayudar a todos cuantos tuvieran necesidad de cuidado, consejo y protección. Al morir un miembro de la comunidad etrusca, atendido por el “medis” (medes), acudía éste con la familia del fallecido al cementerio comunitario y permanecía luego con los deudos del difunto, brindándoles consuelo, apoyo y consejos. Se dice, por ello, que la verdadera actividad médica y la imagen del médico se originaron en los cementerios etruscos. Hipócrates habría adoptado probablemente el nombre medes debido, en parte, a la proximidad geográfica de la escuela pitagórica -a la cual pertenecía Hipócrates de Cos- instalada, en el siglo V a C, en el territorio que ocupa actualmente Sicilia (la llamada históricamente Magna Grecia). Los romanos, en fecha posterior, habrían transformado el nombre original de “medis” (medes) en medicus o medicum. Desde su momento auroral ha sido el médico, sucesor del “medis” o medes etrusco, el paradigma del hombre que ama a la Humanidad y se pone al servicio del prójimo sufriente.
Profesional proviene, por otro lado, del verbo latino profesare, que significa profesar, aplicable asimismo a profesor. El concepto profesar es ontológico: profesa quien pone todo lo que es y posee en esencia al servicio de lo que hace o realiza: sus capacidades y talentos, su inteligencia, su experiencia, su memoria, su voluntad, su afectividad, sus valores y expresa así su esencia en su actuar. Resulta de ello algo fundamental: es imposible ser un buen profesional si no se es una buena persona. La dicotomía persona (no buena), profesional (bueno) no puede darse. Diferente es el concepto técnico, término que proviene del griego tekne, que alude a un hacer o llevar a cabo. Se trata, empero, de un hecho periférico no esencial. El técnico hace cosas y puede hacerlas muy bien, pero no necesariamente profesa, por lo que un buen técnico pudiera nos ser una buena persona.
La medicina, en el transcurso del último siglo, se ha hipertecnificado (lo que resulta indispensable), pero simultáneamente se ha desprofesionalizado como consecuencia, en buena parte, de esa mayor tecnificación. Los médicos somos, con frecuencia, buenos técnicos, pero quizás no tan buenas personas ni tampoco tan buenos profesionales. Para ser personas y profesionales a la altura de nuestras capacidades técnicas, es la Ética profesional la única opción válida y verdadera.
En este número de la Revista DIAGNÓSTICO, dedicado a la Ética profesional en Medicina, tenemos las importantes contribuciones de colegas y maestros que se han caracterizado por su interés y sus valiosos aportes a este trascendental aspecto de la medicina: los doctores Alberto Perales, Presidente del Comité de Ética y Deontología de la Academia Nacional de Medicina y maestro de Ética desde hace varios lustros, Salomón Zavala, distinguido y reconocido maestro universitario, Jorge Jáuregui, destacado bioeticista, profesor e investigador en el campo de la Ética médica, Miguel Oliveros y Percy Pacora, que han reflexionado profunda-mente sobre los aspectos éticos en sus sendas especialidades. Felicito de todo corazón a la Revista DIAGNÓSTICO por dedicar este número de su prestigiosa publicación a este tema de tanta importancia, necesidad y vigencia en el mundo de hoy.
Dr. Patrick Wagner Grau
Médico internista - Nefrólogo Bioeticista. Académico de Número de la Academia Nacional de Medicina.
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