Violencia al Adulto Mayor

La evidencia acumulada sobre el maltrato a los adultos mayores resulta ya irrefutable, tanto en el seno intrafamiliar por parte de familiares cercanos o del personal contratado para su cuidado.

Lorenzo Barahona Meza (1)

Introducción

La evidencia acumulada sobre el maltrato a los adultos mayores resulta ya irrefutable, tanto en el seno intrafamiliar por parte de familiares cercanos o del personal contratado para su cuidado. Del mismo modo, por parte de algunos miembros del personal de instituciones estatales o particulares, donde son internados para su atención, generalmente por la intolerancia familiar. La violencia al adulto mayor comprende actos contra su integridad física, psicológica, descuido de su nutrición, vestido, albergue y de sus cuidados médicos (1-3, 5-7, 9-10).

Por otro lado, los adultos mayores, en opinión de expertos, serían aquellas personas de 65 años o más, que no suelen ser valorados en nuestra actual sociedad, particularmente por los jóvenes que tienden a rechazar su experiencia y, no pocas veces, su sabiduría. Tal secuencia de hechos ha fracturado el flujo normal de nuestra experiencia social interfiriendo en la cultura milenaria de recibir orientación y consejos de los mayores.

Sabemos, además, que la etapa de la adultez mayor suele coincidir con el retiro de la actividad laboral formal. Tal hecho resulta en un evento traumático social que tiende a producir una crisis de adaptación, de mayor o menor grado, puesto que tales personas, en control aún de muchas de sus capacidades, deben bruscamente ajustarse a un nuevo escenario y realidad alejados del centro laboral, de los amigos y de sentirse útiles, es decir, se jubilan.

El problema, de por sí severo, viene incrementándose aceleradamente asociado al aumento poblacional de este grupo etáreo, gracias a los avances de la medicina.

En el Perú, aún hay pocos estudios sobre el particular. El presente trabajo espera contribuir con esta información.
Concepto de violencia

De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española (4), violencia viene del latín violentia, que se aplica a estar fuera del estado natural, o con el genio arrebatado que se deja llevar fácilmente por la ira, fuera de la razón y justicia.

Al respecto, Fernando Lolas (3), la define como: “Una conducta es violenta cuando se dirige a dañar o destruir un receptor animado o inanimado. La violencia es rara en la misma especie, pero la humana es singular, tal vez, la única que depreda a sus congéneres”. Y la OMS (1), como:”El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectiva, contra uno mismo, otra persona, grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de producir lesiones, muerte, daño psicológico, trastornos del desarrollo o privaciones”.

La Adultez Mayor

El término vejez, no es bien recibido por muchas personas, prefieren se les denomine como: ciudadanos mayores, personas en la edad de oro, personas de edad madura, personas que están en los años de la cosecha, ciudadanos de la tercera edad y, más recientemente, adultos mayores.

La mayor parte de los estereotipos de las personas mayores están cargados de valoraciones negativas: que tienen pobre coordinación, que generalmente se sienten cansados, que son presas fáciles de enfermedades e infecciones, que sufren muchos accidentes y pasan la mayor parte del tiempo en cama. Aunque la vida de muchísimas personas mayores desmiente estos estereotipos, la amplia aceptación por la sociedad contribuye a perpetuarlos.

Una nueva disciplina, la gerontología se hace cargo del estudio de la vejez y del proceso de envejecimiento. La geriatría, rama de la medicina, se ocupa de las enfermedades de los adultos mayores. Cada vez con más practicantes, actualmente, hay muchos profesionales que estudian los aspectos biológicos, psicológicos y sociológicos del envejecimiento (2).

El nuevo interés en el envejecimiento y en la vejez tiene relación estrecha con el hecho que la proporción de personas mayores en nuestras sociedades actuales, ha aumentado en comparación con anteriores épocas. En Estados Unidos, en 1900, había 3 millones de personas mayores de 65 años. En 1976, 23 millones, con 2 millones con más de 85 años. En el año 2000, 32 millones, incluyendo a 13 millones mayores de 75 años. Se estima que para el 2020, uno de cada 5 estadounidenses, será mayor de 60 años. Las estadísticas a nivel mundial señalan que, en el año 2000, una de cada 6 personas fue mayor de 60 años (2). En el Perú·(7), las personas mayores a 65 años, fueron 1,026,119, el 5% de la población total en 1993, pasando en el 2005 a 1,627,268, el 6% de la población total, lo que indica que hay un aumento de 601,149 personas, el 58.58%, cifra muy significativa de incremento habido.

En la nueva clasificación, se considera a las personas de 65 a 80 años, como “viejos jóvenes”, por haber pasado al retiro pero siguen participando activamente en la vida social y en algunas labores. A los mayores de 80 años, se les considera, “viejos viejos”, porque sus actividades en general están muy menguadas y muestran cambios biológicos notorios.

La tasa de enfermedad en la vejez es mucho más elevada que en los grupos de menor edad. Obviamente, esas personas necesitan mayores cuidados de salud. Usualmente se invierte el triple de dinero en atenciones médicas para ellos en comparación con lo que se gasta en los grupos de menor edad.

Muchos de sus cambios anatómicos y físicos resultan evidentes para los demás. La piel se mancha, toma una textura apergaminada con pérdida de la elasticidad; ésta se torna flácida y tiende a colgar en pliegues y arrugas. El cabello se adelgaza en mujeres y varones y se torna de color blanco. Las personas mayores disminuyen en tamaño por atrofia de los discos intervertebrales. Esta pérdida de estatura se magnifica con la tendencia a encorvarse. La osteoporosis en la mujeres produce fragilidad ósea por descalcificación, incrementando la posibilidad de fracturas.

El cuerpo de las personas mayores se adapta menos al frío. La exposición a éste, ligada a condiciones de pobreza, puede ocasionar una disminución seria de la temperatura corporal poniendo en grave riesgo su salud. El ritmo cardiaco se torna más lento e irregular y se eleva la presión arterial, por arterioesclerosis o enfermedades renales.

La actividad psicomotora se torna lenta, hay pérdida de fuerza. Tal lentitud, en general, afecta la calidad de las respuestas, que se necesitan en la operación de aparatos motorizados, conducción de vehículos, etc. Se estima que un factor importante en las altas tasas de accidentes en las personas mayores es su lentitud en el procesamiento de la información y de no poseer la suficiente rapidez para realizar la acción adecuada. Hay más accidentes de tránsito en las personas mayores que en los jóvenes.

La visión se perturba, poseen menor habilidad para percibir la profundidad y el color. No ven bien en la penumbra, por ello es peligroso la conducción de vehículos en la noche. Hay disminución de la agudeza visual y aparición de cataratas. Afortunadamente, la mejoría de las técnicas quirúrgicas y mejores lentes los beneficia. En Estados Unidos, cerca del 92% de adultos mayores usan anteojos o lentes de contacto.

Los adultos mayores sufren grandes pérdidas auditivas. Así, decae la habilidad para escuchar, lo cual interfiere para seguir una conversación; más aún, si hay algún sonido interferente. Los adultos mayores tienen mayor probabilidad de sufrir perturbaciones auditivas que visuales. Más de la mitad de adultos mayores tienen gran pérdida auditiva; sin embargo, sólo el 5% usa audífonos, probablemente por dificultades de adaptación.

La salud dental se deteriora, es común en ellos las pérdidas de piezas dentales. Más del 50%, ha perdido toda su dentadura, siendo ello más grave en personas con bajos recursos económicos.

La salud dental se basa en una estructura dental innata, en los hábitos alimenticios, la higiene y las visitas periódicas al odontólogo.

En cuanto a su personalidad, los adultos mayores presentan cambios, algunos autores (2), refieren que en las evaluaciones de personalidad se han identificado diversos rasgos, como: rigidez, restricción, cautela, pasividad y preocupación por sí mismos. Otras características de personalidad que comúnmente se observan son: el deseo de dejar un legado, de querer examinar los frutos de su propia experiencia, una vinculación a objetos conocidos, una conciencia del tiempo y del ciclo de la vida y un sentido de realización de una vida bien empleada.

Algunos estudios (2), revelan que las personas activas: que van a reuniones, visitan museos, lugares turísticos o salen al campo son más felices que aquellas que tienden a permanecer en casa. Sin embargo, otros estudios indican que la adaptación a la vejez tiene que ver más con sus rasgos de personalidad y hábitos de respuesta que los ha caracterizado, que de su nivel de actividad.

La educación puede ser muy importante para los varones, debido al efecto de sus carreras, de los logros que obtuvieron en su pasado, que tienen relación con los sentimientos presentes acerca de la vida. Para las mujeres, ha llegado a ser muy importante, en la medida que en la actualidad su mayor nivel educativo les permite obtener cargos laborales más altos y valorarse mejor.

La sexualidad está presente en la adultez mayor pero de manera distinta. Esas personas no sienten tanta tensión sexual como antes, tienden a sostener relaciones sexuales con menor frecuencia y su intensidad es menor. Después de los 60 años, un varón requiere más tiempo para excitarse y lograr una eyaculación. Los signos que acompañan a la excitación, como el color de la piel y el incremento en la tonicidad muscular, están presentes pero en menor intensidad. En las mujeres, la tumefacción de los senos, la erección de los pezones, el aumento del tono muscular, la tumefacción del clítoris y de los labios, son menos intensos. Sin embargo ellas son capaces de lograr orgasmos todavía, especialmente si han sido sexualmente activas. Pese a estos cambios, mujeres y varones pueden continuar disfrutando del sexo.

El aprendizaje y la memoria en los adultos mayores varía en muchos aspectos, se ha descrito una secuencia de etapas en el continnum del proceso aprendizaje-memoria, como: La percepción, almacenamiento reciente, evolución de un registro duradero, reconocimiento, evocación y utilización del material registrado. Los cambios que se dan con la edad alteran varias de estas fases.

La percepción es muy importante, pues una audición o visión pobres no permiten que se perciba correctamente la información y por lo tanto no podrá tener un buen registro en la memoria. La memoria reciente se refiere a la recepción inicial del material, que se considera temporal, su duración varía de 30 segundos a 15 minutos. El registro puede fallar si la información es captada muy rápido. Las investigaciones de la memoria se han realizado en su mayor parte sobre la memoria a corto plazo. La cual por lo que se conoce, es más eficiente en los jóvenes que en los mayores.

Los adultos mayores son capaces de aprender nuevas destrezas e información, pero necesitan mayor tiempo para ello, que las personas jóvenes. Ellos aprenden mejor cuando el material es presentado lentamente, de manera detallada y en un tiempo mayor, mejor con intervalos que de manera contínua (2). La habilidad para el aprendizaje depende mucho de la naturaleza de la tarea, de su relación con experiencias previas y del método que se practique. Ellos no logran velocidad de aprendizaje en tareas rítmicas complejas o en aquellas que se requiere coordinación sensoriomotora. Es muy difícil para ellos aprender destrezas nuevas que impliquen el olvido de hábitos profundamente arraigados.

En cuanto a su Salud Mental, aunque algunos adultos mayores, desean participar activamente en la vida, ser autosuficientes, tanto como lo permita su salud y sus circunstancias, muestran relaciones satisfactorias con otras personas, conduciéndoles a. una época de realizaciones, de productividad, de operación de habilidades; en otros, los recursos emocionales se muestran disminuidos por las muchas dificultades que tienen que enfrentar: pérdidas de la salud, del trabajo, de seres queridos y de ingresos. Hay en estas personas una incidencia relativamente alta de perturbaciones mentales como: trastornos depresivos, como respuesta a muchas tensiones vitales. A pesar de la necesidad, muchas personas no reciben tratamiento por sus trastornos emocionales. En Estados Unidos, sólo el 2% de las personas que acuden a clínicas psiquiátricas tienen más de 60 años. Y sólo, el 4 a 5% de los que acuden a centros comunitarios, tienen más de 65 años. Es posible que se desconozca que estos trastornos pueden mejorar con atención especializada. Por otro lado, el tratamiento privado es costoso y a menudo no hay en todas las comunidades servicios de salud mental. La terapia de grupo puede ser especialmente útil para ellos, por la oportunidad de compartir preocupaciones que ayudan a superar la soledad.

La adultez mayor no tiene por qué ser lo más bajo del ciclo de la vida. Como sociedad podemos crearles una atmósfera en la que ellos puedan vivir el final de sus vidas con dignidad, comodidad y decencia. Más que las condiciones impuestas por la edad son las impuestas por la sociedad las que los perturban a ellos.

Modelos de explicación de la violencia

1. El Modelo Intrapersonal

La violencia tendría su origen en alguna característica del sujeto agresor más que a causas externas, tales como: trastornos de personalidad, trastorno mental, habituación a drogas y alcohol; aunque no parece que los sujetos con trastornos mentales sean más violentos que otros individuos. Alcoholismo y drogadicción, serían factores precipitantes que ayudan a liberar el impulso violento (3).

2. El Modelo Psicosocial

Este enfoque incluye a todas aquellas teorías que consideran a las interacciones de las personas con su medio de vida cotidiano, como facilitadores de la emergencia de la violencia. Ello incluye al estrés, la transmisión de la violencia de una generación a otra, pautas de interacción familiar, teorías como la del aprendizaje, la frustración-agresión y la del intercambio. La conducta violenta configuraría un comportamiento socialmente aprendido. Así, la perspectiva psicosocial, considera relevante el aprendizaje en la génesis de los comportamientos violentos (3).

3. El Modelo Sociocultural

Este modelo se dirige a las variables de la estructura social, sus funciones, las subculturas y los sistemas sociales. Dentro de esta visión se considera que los valores y las normas sociales dan significado al uso de la violencia, por ello, ciertos sectores sociales serían más violentos que otros, por tener reglas culturales que darían legitimidad al uso de la violencia, agregado a la condición de combinar un nivel más alto de estrés con menores recursos. Así, el individuo o la sociedad usan la violencia para mejorar o mantener su propio estatus. En el caso de la relación hombre-mujer, la violencia se produciría cuando el esposo fracasa en la posesión de habilidades sobre las cuales afirma su estatus superior. En el caso de la maternidad-paternidad, la violencia contra los niños tendría el carácter de un instrumento ejercido a través del castigo y la imposición disciplinaria para conseguir sus intenciones, cuando los hijos no cumplen con las expectativas de los adultos.

Se afirma que el potencial de violencia no se expresa exclusivamente del hombre hacia la mujer, sino en general del fuerte hacia el débil, que incluye a niños y adultos mayores. Por tanto, las estructuras sociales que involucran formas violentas repercuten en todas las relaciones humanas.

En las épocas actuales, de cambios sociales y normativas aceleradas, algunas familias tendrían dificultades para adaptarse y como consecuencia, muestran una incompetencia definida en los papeles parentales, más marcado en el momento de transición de papeles. Constituye una fuente de estrés el desajuste entre la realidad externa e interna de la familia y la habilidad de los padres para manejarla apropiadamente (3).

Violencia en el Adulto Mayor

Se trata de una conducta dañina a la integridad física, psicológica, nutricional, al vestido o a los cuidados médicos del adulto mayor (5).

En 1985, el Congreso de los Estados Unidos, definió técnicamente el maltrato al adulto mayor, como:”El deseo de infligir daño, confinamiento injustificado, intimidatorio o castigo cruel, que origina daño físico, dolor o angustia, también privación de los cuidados generales, de la nutrición o servicios necesarios al adulto mayor” (5).

En 1987, la Asociación Médica Americana definió el abuso al adulto mayor como:”Todo aquel acto u omisión, con resultados de daño o amenaza de daño contra la salud o el bienestar de un adulto mayor” (5). La OMS (1), la define como: “El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o hecho efectivo, contra uno mismo, otra persona, un grupo o comunidad, que cause o tenga mucha probabilidad de causar lesiones, muerte, daño psicológico o privaciones”.

Es cada vez más extendida la convicción de la existencia del maltrato al adulto mayor por sus parientes o sus cuidadores. Ello se ha convertido en un problema social grave (1-3,5-7,9-10) En una encuesta realizada en Estados Unidos, se admitió que el 36% del personal de enfermería de un Estado, admitió haber sido testigo de al menos un incidente de maltrato físico a un paciente adulto mayor en el año anterior. El 10% aceptó, que ellos mismos cometieron un acto de maltrato físico. Y, el 40%, reconoció haber maltratado psíquicamente a pacientes adultos mayores (1).

En las residencias de adultos mayores existe violencia contra el adulto mayor, que consiste en emplear medios físicos de coerción, de maltrato psicológico a su dignidad, de impedir que ellos mismos decidan sobre sus asuntos cotidianos o dándoles una atención deficiente, como la de permitir la aparición de úlceras de decúbito (1).

Los rápidos cambios socioeconómicos el algunos países han debilitado las redes familiares y comunitarias, como en los países de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que ha determinado que un número considerable de la población adulta mayor se atienda por sí misma (1).

Las mujeres en general y, las adultas mayores, en particular, tienen mayor riesgo de maltrato en las organizaciones sociales que le dan una posición social inferior, donde corren el riesgo de abandono y el arrebato de sus pertenencias. Hay culturas en las que las mujeres sufren una violencia mayor, incluso con pérdida de sus vidas, como en la República de Tanzania, en África, en la que cada año se asesinan a más de 500 adultas mayores acusadas de brujería (1).

El riesgo de violencia en el adulto mayor es alto en centros hospitalarios y residencias. Uno de los factores sería la falta de capacitación en la identificación de conductas de violencia, aparte de que, en general, el personal no estaría convenientemente formado para dar una atención especializada, usualmente tiene exceso de labor y, por otro lado, las comodidades que ofrecen dichas instituciones son deficientes.

Es el plano familiar, donde de acuerdo a la generalidad de autores que estudian el tema, se produce una alta tasa de violencia contra el adulto mayor. Las relaciones familiares empeoran a medida que el adulto mayor avanza en edad y se va tornando dependiente para su cuidado, o la economía familiar se afecta por contratar a un cuidador personal, peor aún si éste es alojado en la casa, disminuyendo el espacio familiar. Corrientemente, a los adultos mayores se les excluye de la vida social y familiar porque su autocuidado y salud están en declive, lo mismo que su ingenio y capacidad para mantener un diálogo interesante y actualizado, su interés por el sexo ha disminuido. Peor aún, a veces se les despoja de sus ingresos que van a servir a los intereses de algún familiar.

En los últimos años, la investigación en el tema se ha incrementado, sobre todo en países del primer mundo. Esos estudios señalan que el maltrato al adulto mayor se da mayormente en el plano familiar y en instituciones para su cuidado. La mayor prevalencia de maltrato es en las mujeres (6-7). En el tercer mundo no hay muchos trabajos sobre el tema, incluyendo a Latinoamérica. En el año 1999 se realizó un estudio en la República de Cuba, en la población del Consejo Popular de Belén en la Habana Vieja (5), que contaba con una población de 14,035 personas. Los resultados señalaron que los adultos mayores, entre 60 a 79 años, fueron los más maltratados. Los aspectos tomados, en orden de intensidad de maltrato, fueron: Maltrato Social, en el 36.4%, vinculado a la falta de reconocimiento del adulto mayor como figura de valor y a la falta de opciones de recreación. Le sigue, el Maltrato Psicológico con el 33.2%, referida a toda conducta que produzca angustia. Luego, el Maltrato Familiar, con un 28%, en relación a la falta de respeto, amor y comunicación de parte de sus hijos y nietos. Sigue, negligencia en el 12%, referida a toda acción de descuido intencional o de desconocimiento que puede producir daño físico o mental. Daño Físico, sólo alcanzó el 1.5 por ciento, se refiere a cualquier forma de agresión intencionada, que produzca daño físico, lesiones y/o muerte. En los adultos mayores de 80 años, el Maltrato Social se dio en el 30%. El Maltrato Familiar en el 30%. El Maltrato Psicológico en el 23.5%. La Negligencia en el 6.2% y el Maltrato Físico, en el 4.9%.

En el Perú, Chambergo y Valdivia (9), en el 2004 encontraron que la comunicación enmascarada, los papeles no efectivos en la familia y los antecedentes da haber sufrido maltrato en los familiares tienen relación con el maltrato al adulto mayor. Arce, Salazar y Lizárraga (10), encontraron en el 2006, que los adultos mayores de 60 a 75 años percibieron maltrato en un 50%, los de 76 a 85 años, lo percibieron en 26%. Las mujeres percibieron maltrato en un 41%. El maltrato por abandono, fue el mayor, en el 54%, sigue, el maltrato psicológico en 39% y, finalmente, el maltrato físico en 7%.

Como medidas de control y prevención, en general, se plantean:

1. La denuncia de los casos a las autoridades pertinentes por parte de la sociedad.

2. La educación a nivel escolar, universitaria y de la comunidad, sobre la toma de conciencia del valor del adulto mayor y el respeto que le debemos.

Todo lo cual redundará en beneficio para nosotros mismos cuando seamos Adultos Mayores.

Bibliografía

  1. Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud: Resumen. OPS/OMS. Washington, D.C. 2002;19-20.
  2. Papalia D, Wendkos S. Desarrollo Humano. Mc Graw-Hill. México, 1981;569-602.
  3. Vidal G, Alarcón RD, Lolas F. Enciclopedia Iberoamericana de Psiquiatría, Tomo II. Editorial Médica Panamericana S.A., Buenos Aires, 1995845-63.
  4. Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española. Madrid, 2001.
  5. Rodríguez Miranda E, Olivera Álvarez A, Garrido García R, García Roque R. Maltrato a los Ancianos. Estudio en el Consejo Popular de Belén, Habana Vieja. Revista Cubana de Enfermería. La Habana, 2002;18(3):144-153.
  6. Gorgen T, Nagele B. Domestic Elder Abuse and Neglect.
    Conclusion from the Evaluation of a Model Project. 2 Gerontol Geriatr. Hannover, Germany. Feb 2005;38(1):4-9.
  7. Gorbien MJ, Eisenstein AR. Elder Abuse and Neglect: An Overview. Clin Geriatr. Departament of Internal Medicine, Rush University Medical Center, Chicago, USA. May 2005;21:(2):279-292.
  8. Censos Nacionales: X de Población, V de Vivienda. Instituto Nacional de Estadística e Informática-INEI, Lima 2005.
  9. Chambergo YL, Valdivia C. Factores Psicosociales del Familiar que Influyen en el Maltrato del Adulto Mayor. UPCH. Tesis Lic en Enfermería. Lima 2004.
  10. Arce AM, Salazar AM, Lizárraga JR. Maltrato Familiar en el Adulto Mayor. UPCH. Tesis Lic. Enfermería. Lima 2006.

1 Profesor Asociado de Psiquiatría, Facultad de Medicina, Univesidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM).
Ex Jefe del Servicio de Psiquiatría, Hospital Nacional Edgardo Rebagliati Martins. EsSalud.

Fihu

La FIHU es una institución creada en el año 1967 por la Asociación Nacional de Laboratorios Farmacéuticos, ALAFARPE, con la finalidad de promover la investigación, la enseñanza y la divulgación científica en el campo de las profesiones médicas y estimular el perfeccionamiento de éstas.